Se cumplen 50 años de la muerte del dictador.
Evidentemente que con Franco se vivía mejor; los afines al régimen, no así, las miles de víctimas que todavía hoy en día seguimos sufriendo las consecuencias.
Hay páginas de la historia que no solo duelen por lo que ocurrió, sino por cómo intentaron silenciarlas entonces y después, porque recordar obliga a confrontar una verdad incómoda.
La oscuridad de la dictadura franquista no sólo ocultó la represión en las celdas de comisarías y prisiones, también tapó decisiones trascendentales para la salud de la población, como la de no vacunar a los niños contra la poliomielitis que en los años cincuenta y sesenta se convirtió en la gran pandemia.
¿Por qué no se habla del fantasma de la polio?
¿Será porque todavía, sigue dando miedo?
Miles de niños y niñas inocentes que, nunca pudimos caminar al ritmo de los demás. Soñadores en una soledad no elegida imposible de ignorar, pero también con una luz interior que nunca dejó de brillar.
Obsesivamente calificados con más títulos "nobiliarios" que la mismísima Duquesa de Alba: “defectuosos” "subnormales" "invalidos" "no validos" "minusválidos" "impedidos" "discapacitados"... Palabras que equivalían a condena perpetua, ocultando nuestras innumerables capacidades.
Fuimos enviados a hospitales e instituciones donde supuestamente se nos cuidaba, en las que a menudo también se nos aislaba de la vida y de nuestras familias, sin comprensión, sin consuelo y sin la oportunidad de crecer en un ambiente que aceptara nuestra diferencia.
Crecimos aprendiendo a no correr más de lo oportuno, a no molestar, a callar y aguantar. Tener polio significaba otra forma de existir con sus propios desafíos, pero también con un gran potencial.
Justo cuando la polio estaba golpeando más duramente a nuestro país, los informativos del franquismo preferían mirar hacia otro lado (igual que ocurre en la actualidad)
la poliomielitis era un tabú y solo se empezó a hablar de ella cuando llegaron las vacunas, una década después. De lo que no se habló nunca es de la lucha encarnizada entre falangistas y católicos para controlarlas.
Primero trataron de negar la realidad y luego vendieron la solución como el mayor éxito tanto de puertas para afuera como entre sus propios ciudadanos.
Franco usaba las vacunas contra la polio para hacer propaganda del régimen.
Mientras tanto, el país vivía una epidemia que se cebó con los niños, provocando unas 2.000 muertes y 12.000 casos de discapacidad física entre 1956 y 1963, y sus consecuencias se extienden hasta nuestros días: el síndrome postpolio fue reconocido como enfermedad, sufrida varias décadas después por aquellos que pasaron la polio en la infancia, por la Organización Mundial de la Salud en 2010.
La memoria de esos niños no es un capítulo cerrado.
Violeta Flores Ruiz

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