lunes, 27 de octubre de 2025

Polio: "La memoria que no se rinde"

 

Hubo un tiempo en que el miedo tenía nombre. Bastaba con oír la palabra «polio» para que las madres apretaran a sus hijos contra el pecho, para que los pueblos se llenaran de rumores y las familias recitaran plegarias en silencio. Era la España de los años cincuenta y sesenta, una España empobrecida, gris, y controlada por un régimen que lo vigilaba todo, menos lo que realmente importaba: la salud y la vida de los suyos. 

En 1955, Jonas Salk descubrió una vacuna inyectable que renunció a patentar: «¡No se puede patentar el sol!», afirmó. El mundo entero comenzó entonces a pasar página… salvo en España. Las autoridades franquistas decían que no era necesaria, que «aquí la polio no existía». Por eso, mientras en otros países la vacuna contra la polio salvaba millones de vidas, en este país el silencio oficial y la miseria política permitieron que el virus siguiera su curso, robando la infancia de miles de niñas y niños durante ocho años más. La dictadura negó, ocultó y retrasó. 

 
Cuando por fin, en 1963, se permitió distribuir de forma masiva la vacuna oral de Albert Sabin, el daño ya estaba hecho. La campaña se presentó como un logro del estado, una muestra más de su mezquina «generosidad» paternalista. Pero para algunos ya era demasiado tarde. La propaganda del régimen buscó apuntarse un tanto de modernidad mientras muchos niños afectados éramos olvidados en escuelas inaccesibles, hospitales sin recursos y barrios donde crecer en la marginalidad y el desamparo. Quedó el dolor de centenares de familias llorando su tragedia, sin recursos, sin información y con mentiras; padres deshechos a los que el régimen solo ofrecía silencios, sacrificando sus vidas en busca de milagros que nunca existieron, rotos en una culpa que jamás tuvieron. 

 
Fueron años de sanatorios y operaciones, aparatos ortopédicos, sillas de rueda y pulmones de acero; penosas rehabilitaciones para lograr el imposible de caminar; alcanzar, quizá, el sueño de unas piernas enclenques, quebradizas como ramitas de sarmiento que, al menos, nos mantuvieran erguidos. Otros, con menos suerte, se quedaron en el camino y nunca tuvieron siquiera la oportunidad de crecer. 

 
Hoy leo en las noticias que el 21% de los jóvenes consideran que la dictadura franquista fue buena o muy buena para España, y pienso si entre todas esas falsedades y bulos con que esos influencers y partidos políticos manipulan, les cuentan lo que al dictador le importó que miles y miles de bebés se contagiaran de una enfermedad que les marcaría para toda la vida, si es que sobrevivieron, teniendo en su mano la solución de una vacuna. 

 
Ahora han pasado más de sesenta años desde aquella pandemia. Muchos de aquellos «niños de la polio» seguimos aquí, ya adultos y con un desolador futuro llamado Síndrome Postpolio. 

 
Porque la polio siempre fue una mala compañera de viaje. Como una eterna espada de Damocles, volvió la muerte neuronal, los músculos de cristal, la fatiga insoportable y ese dolor que se clava como un punzón. Es la evolución de aquella vieja poliomielitis, transformada en enfermedad rara y degenerativa que la OMS ha catalogado con el código G14. 

 
Porque todo ha cambiado, pero todo parece seguir igual. Las instituciones democráticas, autonómicas y de estado, las mismas que hablan de derechos y memoria, apenas reparan en que existimos. Hemos pasado de ser víctimas del silencio de una dictadura a ser invisibles en el ruido de la democracia. 

 
Es verdad que nos dedicaron un párrafo en la Ley de Memoria Democrática aprobada en 2022; siete líneas en la disposición adicional undécima en la que nos reconocen «el sufrimiento padecido por la infección del poliovirus durante la dictadura», también que «se promoverán investigaciones, estudios y medidas de carácter sanitario y social que posibiliten nuestra calidad de vida». Pero de momento ahí se queda todo: son palabras escritas en un papel, tan volátiles como el viento. 

 
La realidad hoy es que no hay planes específicos de atención médica para nuestra problemática ni programas de investigación que, al menos, nos alivien. Deniegan peticiones de incapacidad y rechazan jubilaciones anticipadas. Somos un colectivo con los huesos fundidos por tantos años de cojeteos y posturas desequilibradas, con mucha gente viviendo en casas inaccesibles y pensiones no contributivas; porque a demasiados, sus vidas bregando con la discapacidad, no les dio para labrarse un futuro. 

 
Son muchos los supervivientes de la polio que hoy se sienten fuera del relato del país, y creo que, por todo lo que tuvimos que pasar, aquella infancia marcada y las secuelas que ahora arrastramos, nos merecemos un trato más digno del que nos dan. 

 
La historia oficial habla de «la erradicación de la polio en España», pero nosotros sabemos que no se erradica lo que sigue latiendo en nuestros cuerpos. Erradicar la polio sería también reparar, dar apoyo real a los supervivientes. Asumir la responsabilidad que las diferentes administraciones tienen para con nosotros. Erradicarla de verdad significaría no permitir que el olvido vuelva a paralizar la memoria. 

 
Que nadie diga que la polio es cosa del pasado. El pasado sigue vivo en nuestros músculos cansados, en nuestras noches de dolor, en las vidas que fuimos construyendo a pesar de todo. Lo que sí debería ser cosa del pasado es la indiferencia. Porque un país que olvida a sus víctimas no puede considerarse del todo libre. 

 
La polio nos robó la infancia, la dictadura nos robó la esperanza, y la democracia, demasiadas veces ya, parece querer robarnos la voz. Pero aquí estamos, testigos incómodos de una historia que algunos prefieren borrar. Seguimos hablando, seguimos reclamando, seguimos siendo memoria viva. Porque la memoria —como nosotros— no se rinde. 

 
24 de octubre, Día Mundial Contra la Polio y el Síndrome Postpolio

José Vte. García

 

https://www.levante-emv.com/opinion/2025/10/24/polio-memoria-rinde-122942405.html?fbclid=IwY2xjawNsqg5leHRuA2FlbQIxMQABHlZn9ClR7RMlVccno7Bu8mdMFqMP8u9YS5pqduTQTPFBMtoF3DxMBPtufbUL_aem_JuRTktNz-TCP_27Z8Ya1uw 

Paralímpicos: Baloncesto


 

Dulces de Navidad

 


sábado, 25 de octubre de 2025

La España de la polio

 

Hablamos de enfermedades crónicas porque no conocimos la polio, o sí. Esas personas que se vieron presas de ese virus entre los años 45 y 65 en esta España nuestra, arrastraron sus piernas porque no hubo nada para ellos; ni siquiera el mero gesto de considerarlos personas con discapacidad; esas que tantos derechos tienen reconocidos hoy en día.

 

Si nos remontamos a las noticias que entonces hablaban de esa rara enfermedad, encontramos términos referidos a la parálisis infantil, a la poliomelitis o Heine Medin, pero rara vez supimos qué fue de esas personas afectadas por semejante enfermedad.

Los españoles se vieron contagiados por ese virus de la polio que afectó a una generación tras la posguerra. La vacunación masiva nunca llegó a España y cuando lo hizo, allá por 1964 ya eran muchos los daminificados. Apostar entonces por la vacuna fue un duelo entre el Seguro Obligatorio de Empleados (SEO) y la entonces Dirección General de Sanidad (DGS), algo que nos recuerda a los encontronazos habidos con la gestión de esta pandemia, 55 años después.

Lo que si es indiscutible es que entonces existía una posibilidad: la de vacunarse de forma privada, cuando hoy, gracias al sistema público tenemos acceso a las mismas y las despreciamos y además, entonces no había dinero, por lo cual, fueron muchos, muchísimos los aquejados.

 

Y de igual forma, lo realmente irrefutable, es que esos afectados por la polio perdieron su niñez, acaso juventud; una vida por crear y una realidad que les truncó muchas de sus esperanzas; ese futuro que en nada se parecía al que habían proyectado.

 

Reinventarse —como se dice ahora— no era una opción, porque las ayudas para las personas que entonces eran inválidas eran escasas; las consideraciones, apenas eran ciertas y el menosprecio fue una circunstancia con la que tuvieron que convivir, precisamente porque la discapacidad no se contemplaba entonces.

Y entretanto, el devenir: la España que poco a poco emergía y la lucha por salir de los estragos de una guerra y una necesidad que postró a un país más de veinte años. Esos niños pasaron a tener trabajos menores, muchos de ellos, incapacitados de por vida y sin más oportunidades que la de ser minusválidos por la mala pata de haber contraído ese virus; el de la poliomelitis.

Esto que hoy nos parece imposible, hizo que algunas de esas personas se pusieran al mundo por montera y salieran adelante sin sus piernas, solo con muletas, con unos hierros en los que sostenerse y una silla de ruedas, si tenías la suerte de alcanzar a comprarla.

África fue declarada libre de polio en agosto del año 20 cuando nosotros solo hablábamos de la covi, sin d. Tal vez no nos damos cuenta que gracias a esa pequeña vacuna ingerida por vía oral, millones de niños podrán andar en ese continente y no sumarán al dolor de verse presos de la hambruna, el hecho de arrastrar las piernas por ese virus, no como esos españoles de bien.

 

Tampoco nos damos cuenta que las vacunas, todas, evitan males mayores, pero eso sí, hablamos de no vacunarnos porque estamos en el primer mundo y podemos elegir; acaso ya no le tenemos miedo a la polio porque nos dan esas gotitas de niños. Qué cosas…

 

Esas personas siguen entre nosotros, o ya no; esas personas fueron nuestro ejemplo y sobre las que se construyó ese mundo de derechos que ampara a parte de las personas con discapacidad en este país que hoy van en silla de ruedas. Esas personas tenían un nombre que hoy nos hace palidecer. A esas personas les brindo mis letras y toda la admiración. Ellos lucharon por vuestros derechos; esos construyeron un mundo mejor. Ellos, los afectados, no tuvieron plan b y continuaron viviendo. Ellos, pudimos ser nosotros. Vosotros luchasteis por todos los que hoy ya tienen derechos y un espacio reservado para aparcar. Total nada.

Gracias por tu ejemplo de vida, papá.

Requiescat in pacem.

 

Ortopedias Rápidas 😜


 

Pedir un recambio para una silla de ruedas y que tarde de mes y medio a dos meses ¿Sera por artículo de lujo?

 


jueves, 23 de octubre de 2025

Muere Juan Carlos Sola, histórico director de Fekoor

 

Figura clave en la defensa de los derechos de las personas con discapacidad, estuvo 28 años al frente de la federación 

 

Juan Carlos Sola, histórico director de Fekoor y figura clave en la defensa de los derechos de las personas con discapacidad, ha fallecido a los 70 años en el Hospital de Gorliz. Activista incansable y apasionado de la vida, estuvo 28 años al frente de la Federación Coordinadora de Personas con Discapacidad Física y/u Orgánica de Bizkaia. Dejaba su cargo en 2022 con la espina de no haber logrado un sistema de asistencia justo y suficiente. «Nos hemos convertido en agentes de cambio, en voz de un colectivo que se niega a quedarse en casa y sale a la calle a reivindicar sus propios derechos», afirmaba sobre la federación en aquel discurso de despedida.

Natural de Bilbao, un accidente de tráfico en un viaje de autobús que atravesaba Latinoamérica en 1984 cambió el rumbo de su vida. El suceso le dejó en silla de ruedas. Y a pesar de que los primeros días, como él contaba, «no quería vivir», de aquella vivencia extrajo aprendizajes fundamentales. Se unió a Bizkel, asociación de Lesionados Medulares de Bizkaia, y de ahí pasó a la Federación Coordinadora de Personas con Discapacidad Física y/u Orgánica de Bizkaia (Fekoor), que acabó presidiendo.

Desde su llegada a Fekoor, Sola trabajó para que las personas con discapacidad pudieran decidir sobre sus propias vidas. Bajo su liderazgo, la federación desarrolló proyectos pioneros como el centro diurno Arbolarte, los apartamentos con apoyo de Etxegoki y el programa SAVI de asistencia personal, reconocidos dentro y fuera de Euskadi por su apuesta por un modelo centrado en la autonomía de las personas.

«Apasionado de la vida»

«Para él no había nada imposible; era un apasionado de la vida, disfrutaba de sus amistades y tenía una parte muy humana y sensible que, a veces, no dejaba ver del todo», recuerda su amigo José Rodríguez. Practicó esquí, subió al Gorbea e incluso disfrutó de las vistas del inaccesible Puente Colgante de Bizkaia. La Junta Directiva, el equipo y todas las personas que forman parte de Fekoor lamentan hoy su pérdida.

 

https://www.elcorreo.com/bizkaia/muere-juan-carlos-sola-historico-director-fekoor-20251023103852-nt.html?vca=dgtk-rrss-ecr 

Para "Consejerxs" TOXICOS

 


Cuando te tienen anclado

 


Si os toca un décimo ojalá que tenga ascensor


 

Asociaciones amigas