La asistencia sexual es una actividad que algunas organizaciones ofrecen
para que personas con distintas discapacidades encuentren una vía a
través de la que desarrollar su sexualidad
Es pleno julio. Carmen y Charo se sientan en una terraza en el centro
de Valencia. Charo es médica y sexóloga. Carmen, que lleva un vestido
muy colorido, sufre de parálisis cerebral. Poco a poco, con ayuda de
Charo, Carmen comienza a relatar su vida sin sexo hasta los 50 años.
"Si ven que no puedes andar, la gente de tu alrededor da por hecho que
no piensas en sexo", dice. Carmen necesita ayuda para casi todo. También
para masturbarse.
Charo sigue la entrevista y ayuda a Carmen a explicarse, como ya le ha ayudado con su sexualidad. Carmen había perdido toda esperanza con el sexo, hasta que Charo la incluyó en su proyecto de asistencia sexual para personas con diversidad funcional. Una experiencia sobre la que la sexóloga había investigado para su tesis de máster y que todavía está en pañales en España. "Recopilé la opinión de 25 personas con distintas discapacidades sobre la asistencia sexual y de ahí surgieron tres mujeres con las que iniciar el proyecto". Cuando les propuso tener un encuentro con un asistente y ver si congeniaban, ninguna de las tres se lo pensó dos veces. "Yo no me lo podía creer, pensaba que no sucedería", cuenta Carmen. "Luego tuve mucho miedo, me daba mucha vergüenza..., pero desde que pasó", se sonríe, "salgo de otra forma a la calle, me siento más mujer".
La sexualidad de muchas personas con discapacidades físicas o psíquicas severas no es más que un vacío. "Mucha gente, en especial los familiares, prefieren no hablar del tema, hacer como que no existe", señala Dyon, que aún lo sirve más frío: “Recuerdo que nos llegó el caso de un chico que venía de una familia muy tradicional, muy estricta, del tipo que jamás hablarían de sexo y menos con un hijo con discapacidad. El chico estaba despertando sexualmente y contra el silencio que recibía, decidió aparecer en el salón de su casa, el día de su cumpleaños, semidesnudo, para mostrarle a todos que tenía una erección”.
Al sitio que Dyon dice que llegó este chico es Tandem Team, una asociación sin ánimo de lucro que se dedica a facilitar el contacto entre personas discapacitadas y asistentes sexuales. Este proyecto, pionero en España, nació a finales de 2013 en Barcelona, de la mano de Francesc Granja, terapeuta emocional y tetrapléjico por un accidente de coche a los 32 años, y María Clemente, psicóloga especialista en neurorrehabilitación. Francesc descubrió tras su accidente que no todo el sexo era genitalidad. Escribió un libro sobre discapacidad y sexualidad, viajó al norte de Europa a investigar y tuvo su primera experiencia con la asistencia. "A partir de ahí, María y yo pensamos en montar algo para ofrecer el servicio aquí y cubrir una necesidad que estaba latente". En 2014 pusieron la web en marcha y comenzaron a llegar los usuarios.
Uno de ellos fue Antonio, de 42 años, con distrofia muscular
degenerativa. Pasó la adolescencia “aislado y muy mal psicológicamente,
sin amigos ni pareja”. En el médico se le preparaba diciéndole que iba
tener una vida diferente, "pero desde luego no se me
hablaba de vida diferente en sentimientos, emociones y necesidades.
Luego fui creciendo y me fui encontrando con ellas”.
A los 18 años acudió por primera vez a la prostitución para obtener el placer físico que no conseguía de otra forma. “Pero con los años dejó de satisfacerme, sobre todo emocionalmente”. En 2004, en plena treintena, Antonio se quedó en silla de ruedas y si todo se le complicó, el sexo aún más. Buscando alternativas topó con Tandem Team. "Al principio no entendía muy bien qué era. Pensaba que podía ser un servicio más -de prostitución- hasta que concertamos una entrevista y descubrí algo totalmente distinto".
El contacto de Antonio con Tandem se gestó como la mayoría de primeros acercamientos. "Suelen llegar llenos de dudas, de miedos. Nos envían un mail, luego quizás nos llaman. Depende también de si son personas que han tenido experiencias sexuales previas o no", explica Francesc Granja.
Una vez rota la primera barrera, Tandem inicia su procedimiento. Se realiza una entrevista con el futuro usuario, (o varias), para conocerle en profundidad y poder ponerle en contacto con el asistente que tenga el perfil más adecuado a sus circunstancias. "Actuamos como cualquier web de contactos, pero no nos quedamos solo en eso, sino que acompañamos y asesoramos en todo lo que puedan necesitar".
En su modelo, inspirado en el Surrogate Partners propuesto por los investigadores norteamericanos, Masters y Johnson, la selección de asistentes es muy rigurosa. "No vale cualquiera", cuenta Francesc, "deben tener incorporado el trato con la discapacidad. Deben ser personas que estén acostumbradas a ver un cuerpo inmóvil, un cuerpo que babea, un cuerpo con una sonda; que sepan reaccionar ante imprevistos… Y diría más, diría que les debe parecer atractivo, que les debe gustar. Deben estar abiertos no solo a ser deseados, sino a desear".
"Tandem nos tiene muy perfilados, nos conocen a todos muy bien. Pero también a los usuarios, de los que sabemos el nivel educativo, la procedencia familiar, los traumas, las peculiaridades de su enfermedad…" Dyon es una de esas personas especiales. Cuenta que tenía en la cabeza dedicarse a la asistencia sexual desde los 15 años. Había leído sobre una chica que lo hacía y, con el tiempo, se especializó y actuó como sanador sexual tántrico, hasta que hace cinco años se sumó al equipo de asistentes sexuales de la asociación. "Si un asistente no es capaz de dar amor, de conectar, no puede dedicarse a esto. Tiene que ser algo de dar y recibir, no puede hacerse por caridad".
Recuerda que a su primera asistencia acudió con cierto sentimiento de compasión, incluso con muchos nervios. “Se trataba de una chica con parálisis cerebral. Una persona inmóvil, con el cuerpo rígido, que también estaba nerviosa. Pero todo se pasó al tacto de la piel. Poco a poco ese cuerpo cerrado se abrió, y se convirtió en otro, uno seductor, flácido y accesible. Fue ahí donde me di cuenta del erotismo, del mundo de posibilidades que se me planteaba".
La del asistente sexual es una figura compleja,
a medio camino entre el ayudante, el amante, el amigo y el confidente,
aunque a muchos no termina de cuadrarles fuera de la idea de
prostitución al uso. "Hay gente que intenta hacer daño, que solo quieren
hablar de prostitución y se acabó", se queja Charo. Tanto ella como
Francesc son partidarios de que un primer paso para normalizar la figura
podría ser cambiar el nombre por el de acompañamiento íntimo y erótico. "La palabra acompañante significa más compartir que asistir", defiende Charo.
Le preguntamos a Dyon si cobra por su labor como acompañante erótico. "Yo como asistente pacto un precio con los usuarios", explica, "aunque tengo claro que no quiero depender econonómicante de esto, así lo puedo hacer libremente, sin viciarlo".
Defiende que negociar un precio es "necesario para crear un estado de equilibrio". Si bien matiza que no tiene que ser siempre dinero. "Puede ser un intercambio, un regalo, una cena. He cobrado incluso en poemas, porque todo depende de la situación económica de la persona. El mundo de la discapacidad, y lo digo en general, está harto de que les tratemos con paternalismo. No soy ningún santo, ningún héroe, soy alguien que merece respeto”.
En la misma línea se mueve Francesc Granja, que primero desmarca a Tandem Team del acuerdo privado entre usuarios y asistentes: "no jugamos ningún rol en este intercambio, sería ilegal si lo hiciéramos", y añade que, aunque lo ideal es que la asistencia no se haga por dinero, "cada uno sabrá sus motivaciones".
Ella decidió volcarse en el terreno de la asistencia sexual cuando una compañera de consulta le contó "que estaba atendiendo a una mujer de unos 70 años, viuda, que llegaba con moretones en las piernas y que terminó por confesarle que tenía un hijo con discapacidad psíquica que, al parecer, había empezado a tomarla como referente sexual". Cosas que ocurren a las cuatro de la tarde de un miércoles de agosto en el cuarto de baño de alguna casa.
Aspasia Canarias es una asociación especializada en casos de personas tutorizadas e institucionalizadas.
Su fundadora, Elizabeth Cuni, trasladó la fórmula de Tandem Team al
universo más específico de la discapacidad psíquica y se centró en
abrir, y abrirse, a las instituciones públicas y privadas que les
atienden y que “no están preparadas para afrontar la sexualidad de sus
internos”.
Elizabeth narra como en algunos centros mentales, la manera de lidiar con la sexualidad es montar a los internos en un autobús y llevarlos a una casa de citas con la que hayan llegado a un arreglo. Los enfermeros les acompañan hasta la puerta y desde allí que las chicas se apañen con ellos. Pasado el tiempo pactado los recogen, autobús y de vuelta al centro. "Esto se hace. Y se hace porque no hay opciones", y continua, "conocemos casos de instituciones, públicas y privadas, en que personas brillantes y lúcidas, con discapacidades físicas, están vigilados o incluso atados a la cama, para controlar sus pulsiones sexuales”.
Aspasia ha desarrollado un abanico muy variado para acercar la sexualidad a sus usuarios. "Proponemos talleres, coloquios, organizamos juegos con roles que repartimos entre los participantes..." Y no se olvidan de las familias, "que en la mayoría de los casos han tenido que pasar por mucho. Desde madres que se han visto en la tesitura de tener que masturbar a sus hijos, hasta padres que no tienen más remedio que llevarlos a prostíbulos y que vuelven con la frustración dibujada en el rostro; porque las prostitutas pueden ser buenas en el sexo, pero no tienen por qué saber manejar la situación de personas con discapacidad".
La trayectoria de Aspasia es tan reconocida en las islas que incluso colaboran directamente con el Cabildo de Gran Canaria, que contrata con ellos o les pone en contacto con distintas instituciones mentales. Se han convertido en un referente del sector y todo basándose en un modelo de máxima profesionalización. "De hecho, los asistentes que trabajan con nosotros están dados de alta de autónomos y cotizan en el epígrafe de los asistentes personales", aclara Elizabeth, que propone que la actividad debería incluirse en los servicios sociales. "Igual que se incluyen los servicios destinados a ayudar a lavar a la gente mayor, a vestirles, a ir al baño..."
Precisamente por el ejemplo suizo, Dyon se muestra contrario a la entrada del Estado en esta actividad. No concibe que los políticos puedan decirle cómo hacer su trabajo y vaticina que “seguramente con regulaciones o normas se caerá en el típico paternalismo y se recortará la libertad que ahora tenemos".
Sin embargo, Elizabeth Cuni propone sacar la asistencia sexual de los márgenes e integrarla en el sistema. "Los derechos sexuales están ya reconocidos en la ley de 2010 de Zapatero, y lo que querríamos es viajar hacia un decreto que regule nuestro estado de alegalidad. De hecho tenemos tres abogados trabajando en el tema".
Por su parte, Francesc Granja prefiere absternerse de discusiones políticas. “Nosotros somos un proyecto independiente. No tenemos ningún tipo de subvención y nos mantenemos al 50% con la aportación de los socios y con otro 50% de celebrar talleres, formación y cursos. Nuestra vocación es de ayuda, no de provocar cambios normativos. Si nos preguntan, aportaremos, pero no tenemos intención de liderar iniciativas”.
Charo sigue la entrevista y ayuda a Carmen a explicarse, como ya le ha ayudado con su sexualidad. Carmen había perdido toda esperanza con el sexo, hasta que Charo la incluyó en su proyecto de asistencia sexual para personas con diversidad funcional. Una experiencia sobre la que la sexóloga había investigado para su tesis de máster y que todavía está en pañales en España. "Recopilé la opinión de 25 personas con distintas discapacidades sobre la asistencia sexual y de ahí surgieron tres mujeres con las que iniciar el proyecto". Cuando les propuso tener un encuentro con un asistente y ver si congeniaban, ninguna de las tres se lo pensó dos veces. "Yo no me lo podía creer, pensaba que no sucedería", cuenta Carmen. "Luego tuve mucho miedo, me daba mucha vergüenza..., pero desde que pasó", se sonríe, "salgo de otra forma a la calle, me siento más mujer".
La asistencia sexual
“A las personas discapacitadas todo el mundo les niega su sexualidad. Hay que pensar que hay personas a las que nadie se folla y nosotros podemos proveerles de lo que nadie les da y que es, sobre todo, cariño”. Así de crudo lo resume Dyon, el chico griego con quien Carmen vivió su primera asistencia.La sexualidad de muchas personas con discapacidades físicas o psíquicas severas no es más que un vacío. "Mucha gente, en especial los familiares, prefieren no hablar del tema, hacer como que no existe", señala Dyon, que aún lo sirve más frío: “Recuerdo que nos llegó el caso de un chico que venía de una familia muy tradicional, muy estricta, del tipo que jamás hablarían de sexo y menos con un hijo con discapacidad. El chico estaba despertando sexualmente y contra el silencio que recibía, decidió aparecer en el salón de su casa, el día de su cumpleaños, semidesnudo, para mostrarle a todos que tenía una erección”.
Al sitio que Dyon dice que llegó este chico es Tandem Team, una asociación sin ánimo de lucro que se dedica a facilitar el contacto entre personas discapacitadas y asistentes sexuales. Este proyecto, pionero en España, nació a finales de 2013 en Barcelona, de la mano de Francesc Granja, terapeuta emocional y tetrapléjico por un accidente de coche a los 32 años, y María Clemente, psicóloga especialista en neurorrehabilitación. Francesc descubrió tras su accidente que no todo el sexo era genitalidad. Escribió un libro sobre discapacidad y sexualidad, viajó al norte de Europa a investigar y tuvo su primera experiencia con la asistencia. "A partir de ahí, María y yo pensamos en montar algo para ofrecer el servicio aquí y cubrir una necesidad que estaba latente". En 2014 pusieron la web en marcha y comenzaron a llegar los usuarios.
Vídeo promocional de Tandem Team Barcelona
A los 18 años acudió por primera vez a la prostitución para obtener el placer físico que no conseguía de otra forma. “Pero con los años dejó de satisfacerme, sobre todo emocionalmente”. En 2004, en plena treintena, Antonio se quedó en silla de ruedas y si todo se le complicó, el sexo aún más. Buscando alternativas topó con Tandem Team. "Al principio no entendía muy bien qué era. Pensaba que podía ser un servicio más -de prostitución- hasta que concertamos una entrevista y descubrí algo totalmente distinto".
El contacto de Antonio con Tandem se gestó como la mayoría de primeros acercamientos. "Suelen llegar llenos de dudas, de miedos. Nos envían un mail, luego quizás nos llaman. Depende también de si son personas que han tenido experiencias sexuales previas o no", explica Francesc Granja.
Una vez rota la primera barrera, Tandem inicia su procedimiento. Se realiza una entrevista con el futuro usuario, (o varias), para conocerle en profundidad y poder ponerle en contacto con el asistente que tenga el perfil más adecuado a sus circunstancias. "Actuamos como cualquier web de contactos, pero no nos quedamos solo en eso, sino que acompañamos y asesoramos en todo lo que puedan necesitar".
En su modelo, inspirado en el Surrogate Partners propuesto por los investigadores norteamericanos, Masters y Johnson, la selección de asistentes es muy rigurosa. "No vale cualquiera", cuenta Francesc, "deben tener incorporado el trato con la discapacidad. Deben ser personas que estén acostumbradas a ver un cuerpo inmóvil, un cuerpo que babea, un cuerpo con una sonda; que sepan reaccionar ante imprevistos… Y diría más, diría que les debe parecer atractivo, que les debe gustar. Deben estar abiertos no solo a ser deseados, sino a desear".
Terapia sexual vs. prostitución
“Las relaciones con un asistente no tienen nada que ver con lo que yo había vivido del sexo”, cuenta Antonio. “En la prostitución es todo genitalidad, y en estas relaciones hay cariño, hay emociones, un bienestar emocional, casi espiritual diría”."Tandem nos tiene muy perfilados, nos conocen a todos muy bien. Pero también a los usuarios, de los que sabemos el nivel educativo, la procedencia familiar, los traumas, las peculiaridades de su enfermedad…" Dyon es una de esas personas especiales. Cuenta que tenía en la cabeza dedicarse a la asistencia sexual desde los 15 años. Había leído sobre una chica que lo hacía y, con el tiempo, se especializó y actuó como sanador sexual tántrico, hasta que hace cinco años se sumó al equipo de asistentes sexuales de la asociación. "Si un asistente no es capaz de dar amor, de conectar, no puede dedicarse a esto. Tiene que ser algo de dar y recibir, no puede hacerse por caridad".
Recuerda que a su primera asistencia acudió con cierto sentimiento de compasión, incluso con muchos nervios. “Se trataba de una chica con parálisis cerebral. Una persona inmóvil, con el cuerpo rígido, que también estaba nerviosa. Pero todo se pasó al tacto de la piel. Poco a poco ese cuerpo cerrado se abrió, y se convirtió en otro, uno seductor, flácido y accesible. Fue ahí donde me di cuenta del erotismo, del mundo de posibilidades que se me planteaba".
Le preguntamos a Dyon si cobra por su labor como acompañante erótico. "Yo como asistente pacto un precio con los usuarios", explica, "aunque tengo claro que no quiero depender econonómicante de esto, así lo puedo hacer libremente, sin viciarlo".
Defiende que negociar un precio es "necesario para crear un estado de equilibrio". Si bien matiza que no tiene que ser siempre dinero. "Puede ser un intercambio, un regalo, una cena. He cobrado incluso en poemas, porque todo depende de la situación económica de la persona. El mundo de la discapacidad, y lo digo en general, está harto de que les tratemos con paternalismo. No soy ningún santo, ningún héroe, soy alguien que merece respeto”.
En la misma línea se mueve Francesc Granja, que primero desmarca a Tandem Team del acuerdo privado entre usuarios y asistentes: "no jugamos ningún rol en este intercambio, sería ilegal si lo hiciéramos", y añade que, aunque lo ideal es que la asistencia no se haga por dinero, "cada uno sabrá sus motivaciones".
La discapacidad psíquica es otro mundo
“Hay que diferenciar mucho entre la discapacidad física y la psíquica”. Charo hace esta puntualización que para el mundo de la asistencia sexual es crucial. Suelen ser casos más especiales, todavía más complejos de tratar y con historias familiares más traumáticas detrás.Ella decidió volcarse en el terreno de la asistencia sexual cuando una compañera de consulta le contó "que estaba atendiendo a una mujer de unos 70 años, viuda, que llegaba con moretones en las piernas y que terminó por confesarle que tenía un hijo con discapacidad psíquica que, al parecer, había empezado a tomarla como referente sexual". Cosas que ocurren a las cuatro de la tarde de un miércoles de agosto en el cuarto de baño de alguna casa.
Elizabeth narra como en algunos centros mentales, la manera de lidiar con la sexualidad es montar a los internos en un autobús y llevarlos a una casa de citas con la que hayan llegado a un arreglo. Los enfermeros les acompañan hasta la puerta y desde allí que las chicas se apañen con ellos. Pasado el tiempo pactado los recogen, autobús y de vuelta al centro. "Esto se hace. Y se hace porque no hay opciones", y continua, "conocemos casos de instituciones, públicas y privadas, en que personas brillantes y lúcidas, con discapacidades físicas, están vigilados o incluso atados a la cama, para controlar sus pulsiones sexuales”.
Aspasia ha desarrollado un abanico muy variado para acercar la sexualidad a sus usuarios. "Proponemos talleres, coloquios, organizamos juegos con roles que repartimos entre los participantes..." Y no se olvidan de las familias, "que en la mayoría de los casos han tenido que pasar por mucho. Desde madres que se han visto en la tesitura de tener que masturbar a sus hijos, hasta padres que no tienen más remedio que llevarlos a prostíbulos y que vuelven con la frustración dibujada en el rostro; porque las prostitutas pueden ser buenas en el sexo, pero no tienen por qué saber manejar la situación de personas con discapacidad".
La trayectoria de Aspasia es tan reconocida en las islas que incluso colaboran directamente con el Cabildo de Gran Canaria, que contrata con ellos o les pone en contacto con distintas instituciones mentales. Se han convertido en un referente del sector y todo basándose en un modelo de máxima profesionalización. "De hecho, los asistentes que trabajan con nosotros están dados de alta de autónomos y cotizan en el epígrafe de los asistentes personales", aclara Elizabeth, que propone que la actividad debería incluirse en los servicios sociales. "Igual que se incluyen los servicios destinados a ayudar a lavar a la gente mayor, a vestirles, a ir al baño..."
¿Hacia la legalización?
En Europa, los modelos de Holanda, Bélgica o Dinamarca funcionan como las experiencias españolas, en una alegalidad más o menos consentida. En Suiza se han regulado subvenciones al sector, lo que ha conllevado una estandarización del proceso, imponiendo un máximo de asistencias mensuales o la prohibición de que haya penetración en los encuentros.Precisamente por el ejemplo suizo, Dyon se muestra contrario a la entrada del Estado en esta actividad. No concibe que los políticos puedan decirle cómo hacer su trabajo y vaticina que “seguramente con regulaciones o normas se caerá en el típico paternalismo y se recortará la libertad que ahora tenemos".
Sin embargo, Elizabeth Cuni propone sacar la asistencia sexual de los márgenes e integrarla en el sistema. "Los derechos sexuales están ya reconocidos en la ley de 2010 de Zapatero, y lo que querríamos es viajar hacia un decreto que regule nuestro estado de alegalidad. De hecho tenemos tres abogados trabajando en el tema".
Por su parte, Francesc Granja prefiere absternerse de discusiones políticas. “Nosotros somos un proyecto independiente. No tenemos ningún tipo de subvención y nos mantenemos al 50% con la aportación de los socios y con otro 50% de celebrar talleres, formación y cursos. Nuestra vocación es de ayuda, no de provocar cambios normativos. Si nos preguntan, aportaremos, pero no tenemos intención de liderar iniciativas”.
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