lunes, 30 de noviembre de 2020

Oficina del jefe de Taco Bell ¡Eso sí, con barra!

 


Difusión Convención

 

Con esta imagen del escudo de Naciones Unidas sobre fondo blanco, y recordando la importancia de la Convención con estas palabras:
"La Convención de la ONU sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, primer Tratado sobre Derechos Humanos del S.XXI y firmada en 2008 por España, marca un punto de inflexión respecto al tratamiento que se había venido dando hasta ese momento sobre la cuestión de la discapacidad. Conforma un marco legal de rango superior, de obligado cumplimiento. Por su importancia, emprendemos esta campaña con catorce artículos para acercarla a la población en general. En posteriores ediciones completaremos su difusión íntegra." 

 

https://viandalucia.org/difusion-convencion/

Paraguas WC ♿


 

Ya han puesto el árbol Navideño en Urbanismo

 


domingo, 29 de noviembre de 2020

"PONER LA SEXUALIDAD Y LA DISCAPACIDAD SOBRE LA MESA"

 

"PONER LA SEXUALIDAD Y LA DISCAPACIDAD SOBRE LA MESA"

 Sigo buscando respuestas, escritas o en imágenes, que den cuenta de aquello que se procura reivindicar, con esta expresión tan utilizada.

A estas alturas, ya me estoy decantando por los memes...

 Silvina Peirano

Kaixo - Agur


 

viernes, 20 de noviembre de 2020

El Supremo considera delictiva la copia de la tarjeta de discapacidad

 Dice que es falsificación y admite un recurso de la fiscalía navarra tras una sentencia absolutoria

 

Aparcar en una plaza reservada para personas con discapacidad con la fotocopia de una tarjeta ajena siempre conlleva multa administrativa, pero si además la copia supone o no un delito de falsificación es algo que en los últimos tiempos ha generado una controversia judicial que este jueves el Tribunal Supremo clarificó. El Pleno de la Sala Segunda considera que sí, que se trata de un delito de falsedad de documento oficial y revoca una sentencia de la Sección Primera de la Audiencia Provincial de Navarra, que había absuelto a un hombre que previamente había sido condenado a 6 meses de cárcel y 1.440 euros por el Juzgado de lo Penal nº 1. El Alto Tribunal refrenda la tesis de la magistrada de primera instancia y estima el recurso de la fiscalía navarra, ordenando a la Audiencia que dicte una nueva sentencia y resuelva cuestiones que planteó la defensa.

El caso hace referencia a un hombre que el 1 de marzo de 2018 estacionó su vehículo en una plaza reservada para personas con discapacidad en Pamplona, colocando en el salpicadero una fotocopia de la tarjeta de su padre, que no estaba presente. El Tribunal Supremo resalta que “no se trata de la realización de una mera fotocopia” ni tampoco el acusado se limitó a utilizar la tarjeta original de su padre con su conocimiento y autorización, en cuyos casos no sería delito. “Por el contrario, el acusado lo que hizo fue, valiéndose de una fotocopia en color que había realizado de una tarjeta de estacionamiento para personas con discapacidad, simular un documento haciéndolo pasar por el original para su uso como si del propio original se tratara”. La sentencia prosigue que se trata de “una fotocopia de una calidad extrema que era una reproducción exacta y fiel del original a la que suplantó”, y que fue utilizada para aparcar en una plaza por una persona no autorizada. De hecho, el agente de policía la dio inicialmente por válida y solo detectó la simulación cuando observó “que la persona que se dirigía a coger el vehículo no parecía ser discapacitada”.

Por lo tanto, los magistrados disienten del razonamiento de la sentencia absolutoria: “Es evidente pues, en contra de la consideración que efectúa la Audiencia Provincial, que no se ha empleado ‘una fotocopia que no contiene ninguna alteración del documento original’, sino que se confeccionó íntegramente un documento falso con el fin de hacerlo pasar por el original”.

El Supremo destaca los argumentos que empleó el Juzgado de lo Penal nº 1 al exponer que el acusado “obtuvo un beneficio que no le correspondía y perjudicó a terceros”. “Se produjo una alteración de la realidad que tiene efectos en las relaciones jurídicas, dado que la fijación del número de plazas reservadas a discapacitados (...) no es un cálculo al azar sino que atiende a criterios concretos”, destaca el Alto Tribunal de la primera sentencia, que concluyó que además del perjuicio a particulares “hay un interés público en la protección a la discapacidad que se ve afectado con carácter general”.

 

https://www.diariodenavarra.es/noticias/navarra/2020/11/20/el-supremo-considera-delictiva-copia-tarjeta-discapacidad-708723-300.html?fbclid=IwAR1yRZ2UwGy9qyPfjbUvd82JYaJPe77csTH7deiCHNWVeauM24FbZjVo9GI

Obras Men

 


jueves, 19 de noviembre de 2020

Silla de "Paseo Apacible"

 


La pandemia franquista de la que nadie habla

 La dictadura nacionalcatólica ocultó deliberadamente la pandemia de poliomelitis, acaecida entre los años 50 y 60, en aras de construir una artificiosa raza española. Hoy viven en el Estado español entre 40.000 y 50.000 supervivientes de una enfermedad hoy dada prácticamente por erradicada. Reclaman un reoconocimiento como víctimas del franquismo.

 

La poliomielitis adquirió carácter pandémico a finales de los años 40, y alcanzó mayor intensidad entre los 50 y principios de los 60

 

“Dios mató a mi madre cuando estaba dando a luz. Dios me dio un ladrón por padre. Cuando era veinteañero, Dios me dio la polio, que contagié una vez a una docena de niños, probablemente más, incluida la hermana de Marcia, incluido usted, casi con toda seguridad. (…) ¿Hasta dónde debería llegar mi amargura? Dígamelo usted”.

Philip Roth, Némesis.

 

A finales del pasado mes de agosto, los medios de comunicación pasaron de puntillas por una noticia de una importancia histórica considerable: se había logrado erradicar la poliomielitis en África, un virus que mata la musculatura. Hubo quien lo hizo notar en redes sociales con excesiva euforia creyendo que lo habíamos vencido definitivamente —entre los que me incluyo— pero lo cierto es que el virus todavía no ha sido erradicado totalmente en el mundo. Aún hay casos en Afganistán y Pakistán. No obstante, es una noticia de enorme relevancia, puesto que se trata de una enfermedad de consecuencias terribles para la que no existe cura y a la que solo es posible eliminar mediante la prevención, es decir, con una vacuna que es efectiva al 100%.
 
La poliomielitis siempre ha estado entre nosotros y, como en muchas otras cosas, los egipcios fueron los primeros en dejarnos una clara evidencia de su existencia en una estela del Reino Nuevo. Pero entre los siglos XVIII y XIX se comenzaron a experimentar brotes hasta que en el siglo XX se declaró una pandemia. A lo largo de la historia, grandes personajes han sido víctimas de ella, entre ellos, el emperador Claudio, Franklin Delano Roosevelt, Frida Kahlo, Arthur C. Clarke, Francis Ford Coppola o el físico Robert Oppenheimer.
 
Ahora todo es covid-19. Yo suelo decir que, incluso quienes no hemos padecido el virus (o eso creemos), sufrimos las consecuencias de su existencia. Desde marzo, ni un solo día hemos dejado de hablar de ello; ni un solo día hemos podido ver un programa en televisión en el que no se hable de ello; ni un solo día hemos podido leer un periódico o revista que no mencione el virus; ni un solo día sin temor. El virus nos ha infectado doblemente, y su impacto ha sido tan grande que, rápidamente, se buscaron precedentes de pandemias en la historia, apareciendo al momento la peste negra del siglo XIV, la gripe de 1918 o la viruela. Pero apenas ningún medio ha rescatado la pandemia de poliomielitis que hubo en la España franquista entre finales de los años 50 y principios de los 60 del siglo pasado. ¿Por qué motivo? Puedo entender que esto lo omita el panfleto que dirige Jiménez Losantos, pero no concibo que los grandes medios de comunicación se lo hayan callado.
 

Al ser de pago, la mayor parte de la población no pudo permitírse la vacuna 

 

La poliomielitis podía matar fulminantemente y, en el mejor de los casos, dejaba gravísimas secuelas paralíticas. En nuestra memoria quedan los famosos pulmones de acero, que se convirtieron en una cárcel de la que muchos no podían salir si querían seguir vivos. Ahora vemos por las calles personas en sillas de ruedas, con muletas, con bastones, con órtesis o prótesis en las piernas que les son absolutamente imprescindibles para desplazarse. Forman parte del paisaje, son las víctimas vivientes de la polio, un virus que ha afectado a uno de los grupos poblacionales más vulnerables: los niños. A modo de comparación, podemos decir que el número reproductivo básico (R0, variable por la que se estima la velocidad con que una enfermedad puede propagarse) de la covid-19 oscila entre 1 y 3,5, mientras que el de la polio oscila entre 5 y 7. La poliomielitis pasó a ser el problema de salud pública más aterrador de la época de la posguerra, tanto en EE UU como en Europa. Sobran las palabras.
 
España, con la instauración de la dictadura franquista, quedó excluida hasta 1950 de varios organismos internacionales. A consecuencia de ello, hubo un retroceso científico y en la modernización sanitaria por los efectos de la contienda y por el exilio forzoso de grandes figuras de la ciencia y de la medicina. Además, la pobreza y las condiciones de posguerra provocaron una elevación de la morbilidad y mortalidad por enfermedades infecciosas. La poliomielitis adquirió carácter pandémico a finales de los años 40, y alcanzó mayor intensidad entre los 50 y principios de los 60 hasta la primera campaña de inmunización; casi nueve años después de disponerse de la vacuna inyectable Salk, y tres después de contarse con la vacuna oral Sabin. Este hecho refleja la resistencia del régimen franquista a reconocer que la polio constituía un importante problema de salud pública en nuestro país. No lo hizo hasta 1958, en la inauguración del V Simposio de la Asociación Europea contra la Poliomielitis celebrado en Madrid.
 
A partir de ese año, la Dirección General de Sanidad (DGS) dio comienzo a una campaña de vacunación engañosa. A pesar de que Salk se negó a hacerse multimillonario patentando la vacuna (su respuesta “no hay patente, ¿acaso se puede patentar el sol?”, ha quedado para los anales de la historia), los dirigentes españoles consideraron que las características de la vacuna complicaban la labor, tanto por administrarse en tres dosis inyectables —lo que implicaba tiempo y personal— como por la necesidad de conservación —lo que se traducía en un encarecimiento para su traslado y aplicación—. Este fue el motivo esgrimido por el Gobierno para que la vacunación no fuese gratuita. Como consecuencia, al ser de pago, la mayor parte de la población no pudo permitírsela.
 

No hubo ninguna tipo de ayuda a las víctimas de la poliomielitis, ni durante la pandemia ni en los años que siguieron 

 

Agobiado por las presiones internacionales, el 26 de enero de 1963 el Ministerio de Gobernación español dictaba las pautas para proceder a la vacunación antipoliomielítica en los niños a través de una Orden enmascarada bajo el título Normas en cuanto a las obligaciones y facultades de la Dirección General de Sanidad en materia de Medicina Preventiva (vacunación antipoliomielítica). Nuestra dictadura fascista dictaba políticas para la “protección de la infancia” —interpretada por el franquismo como bien social antes que como sujetos—, que habían derivado más hacia la enseñanza y el adoctrinamiento que hacia una mejora de la sanidad pública. En este contexto, la enfermedad y sus secuelas fueron un desafío al discurso del régimen pronatalista y regeneracionista; el niño poliomielítico chocaba con el pueblo sano y fuerte concebido para forjar una España imperial, grande y libre.
 
No hubo ninguna tipo de ayuda a las víctimas de la poliomielitis, ni durante la pandemia ni en los años que siguieron. Los afectados tuvieron que utilizar sus propios medios económicos, por un lado, para salir adelante, encontrar la información necesaria y acceder a medidas de rehabilitación; y, por otro, para mejorar su calidad de vida mediante la adquisición de aparatos ortopédicos, la realización de adaptaciones en su vivienda, así como procurarse una formación profesional que les permitiera su integración en la sociedad y su independencia económica. 
 
No existe estadística fiable sobre cuántos sobrevivientes de la poliomielitis de mediados del siglo pasado existen en la actualidad. En el mundo se estima que pueden ser unos 20 millones de personas, distribuidas por todos los países. En España cabe pensar entre 40.000 y 50.000. Por tanto, podemos concluir que la cantidad de contagiados fue mayor, pero los datos son imposibles de contrastar puesto que con la modernización sanitaria llevada a cabo con el advenimiento de la democracia, muchos expedientes e informes fueron destruidos en hospitales y centros sanitarios. Lo cierto es que se desconoce el número de muertos reales en estos últimos 70 años.
 
Pero esto no es todo, desgraciadamente no hemos llegado aún al final de este vía crucis. La enfermedad produce unas secuelas que deterioran gravemente la calidad de vida durante el proceso de envejecimiento. Es el llamado Síndrome Pospolio (SPP). El término hace referencia al desarrollo de nuevos síntomas neurológicos, en especial debilidad muscular, atrofia y fatiga musculares nuevas que no son explicables por ninguna otra causa médica, y que aparecen después de más de 15 años de la infección aguda. Se estima que afecta del 20% al 85% de individuos con antecedentes de poliomielitis en la infancia. Las secuelas son terribles: los afectados experimentan una mayor sensibilidad al frío y los dolores en espalda, extremidades superiores e inferiores, zona lumbar y zona del cuello son el pan nuestro de cada día. Otras partes del cuerpo que en principio se vieron libres del virus, ahora también experimentan dolor y deterioro al haber tenido que ser utilizadas más de la cuenta para auxiliar a las partes infectadas. Nada mejor que ver el documental de la TV3 Polio, crónica de una negligencia para comprender el alcance de la pandemia.
 

La dictadura impidió la vacunación universal gratuita, y cuando se vio forzada a actuar, era demasiado tarde. Miles de niños vieron sus vidas truncadas

 

Traer estos terribles hechos aquí y ahora tiene una doble motivación. En primer lugar, reflejar en qué consiste exactamente la responsabilidad de un gobierno en cuanto a la salud de los ciudadanos. Estamos viendo y oyendo a diario, tanto en los medios de comunicación como en las redes sociales, hablar de la actuación criminal del actual gobierno. Soy el primero que admite, sin reservas ni concesiones, que ni este ni ningún otro gobierno en el mundo han actuado de la mejor manera posible en la lucha contra la pandemia. Pero esto se ha debido más a la facilidad con la que se contagia el virus, a que la movilidad es un elemento catalizador de su propagación, a nuestra propia irresponsabilidad personal que deriva en actitudes insolidarias, y a que nos enfrentamos a algo para lo que no existe antídoto. 

 
Más que negligencia ha habido desconocimiento. Más que premeditación o alevosía, ha habido improvisación. Pero con lo ocurrido en España con la pandemia de polio tenemos un claro ejemplo de lo que es una actitud claramente criminal. La dictadura impidió la vacunación universal gratuita, y cuando se vio forzada a actuar, era demasiado tarde. Miles de niños vieron sus vidas truncadas.
 
En segundo lugar, evidenciar públicamente algo que quienes contrajimos la enfermedad ya sabemos: somos, afortunadamente, una especie en vías de extinción. Cuando nosotros hayamos desaparecido del mapa, el virus ya habrá sido totalmente derrotado y no habrá más enfermos de polio. Y no queremos indemnizaciones, no queremos compasión, no buscamos venganza, ni siquiera justicia porque eso ya es imposible. Lo que nos gustaría a muchos como yo es que se nos reconozca como víctimas del franquismo. Porque a pesar de que los partidarios de la República asistimos con resignación a la muerte o desaparición de nuestros padres o abuelos, con la polio también sufrieron las consecuencias muchos partidarios del régimen, convirtiéndonos así a todos en una secuela viviente de aquella infame dictadura nacionalcatólica que ocultó deliberadamente el problema en aras de construir una artificiosa raza española. Los anticuerpos españoles no funcionaron y dieron pie a una prolongación en el tiempo de la Leyenda Negra.
 

Asociaciones amigas