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miércoles, 23 de mayo de 2018
Parece que el poso moral de la larga noche de piedra hace que asuntos como la interrupción voluntaria del embarazo o la eutanasia tengan que parapetarse en la trinchera de la hipocresía y el prejuicio
Parece que el poso moral de la larga noche de piedra hace que asuntos
como la interrupción voluntaria del embarazo o la eutanasia tengan que
parapetarse en la trinchera de la hipocresía y el prejuicio. Simplemente
por cobardía política, de parte proponente, y déficit de civilidad, de
la parte cuerpo social. Los unos, nos ponen en la diana, insistiendo
hasta la náusea en nuestras vidas patológicas, y mientras pasan de
nuestras reclamaciones de hacer reales los derechos fundamentales,
lanzan un claro y contundente mensaje: "ustedes son los prescindibles".
Todo el mundo lo entenderá como "son dignos de caridad" (hasta la
puntilla). Y los otros, la parte del cuerpo social, ansiosa por lanzarse
a una nueva brega de barra de taberna con estética de teletienda, para
que todos podamos comprar simplezas adecuadas para distraernos de lo
principal, bien armados con moralinas de colores, solo por pasar el
rato. Con lo fácil que sería proponer: Suicidio asistido libre, SÍ. Y
sin obligar a nadie, ni apuntar a grupos objetivo. !Que nadie se va a
eutanasiar por vicio!
Ya se sabe, el suicidio es un buen amigo, leal, siempre está ahí, haciendo el camino contigo y dispuesto a echar una mano en el momento más bajo. Pero el caso es que, durante el camino, tengas lo necesario para que tu vida no se haya convertido en una carga demasiado pesada como para renunciar a ella, simplemente porque no cuentas con recursos para levantarte de la cama y limpiarte el culo cuando así lo quieras, por ejemplo.
Una Ley Orgánica para el suicidio asistido significa que los poderes públicos españoles podrán administrar nuestras muertes, las de los avecinados en la Seguridad Social, cuando sea pedido y se considere procedente. Confieso que no es una de mis diez principales preocupaciones. Aunque no me es indiferente porque, si la ocasión se tercia y he de echar el cierre, me gustaría disponer de opciones sin melodramas ni odiseas. Digo que si un día mi sueño fuera suicidarme dulcemente quisiera hacerlo a gusto, sin tener que librar absurdas batallas de última hora. Vale.
Pero mi amígdala dice que algo falla aquí. Porque ahora mismo, mi sueño tetraplégico es disponer de opciones para vivir autogestionando mi dignidad, sin tener que luchar contra molinos de políticas, burocracias y cárteles caciquiles discapacitantes, hermanados para mantenerme en el establo de la dependencia mientras ordeñan mi vida.
¿Cómo me va a entusiasmar que la política anteponga el sueño del suicida al sueño de la vida digna, de la igualdad y de las oportunidades del querer vivir?
Quiero algo mejor que batas blancas administrando la solución barata en tiempos de austericidas sueltos. Por ejemplo, una ley estatal de Asistencia Personal para la Vida Independiente: biopolítica al servicio de quienes peregrinan las cunetas de la quimérica sociedad normal, para dignificar las vidas, en lugar de tanatopolítica para irrelevantes.
El problema con la eutanasia, esta vez no va de pecados y santidades, va de la forma en como se proyecta un modelo de suicidio asistido que nos sumirá todavía más en el capacitismo y la cultura de la dependencia. Estamos anclados en el ¡vivan las caenas! Hay un problema ideológico, pero no de derechas e izquierdas, o de ateos y creyentes, lo hay, sí, de ideología de la normalidad.
Si la intención es garantizar “una vida digna hasta el final”, será más acertado que antes de dar más poder a las batas blancas y desempoderar, todavía más, a “los que sobraban”, se garanticen los recursos para autogestionar nuestras diferencias y vulnerabilidades, nuestra independencia para disponer la natural interdependencia, para la vida digna desde el principio. Por eso, es otra la Ley Orgánica que necesitamos, la que esperamos y por la que deberíamos luchar.
Saludos,
Ya se sabe, el suicidio es un buen amigo, leal, siempre está ahí, haciendo el camino contigo y dispuesto a echar una mano en el momento más bajo. Pero el caso es que, durante el camino, tengas lo necesario para que tu vida no se haya convertido en una carga demasiado pesada como para renunciar a ella, simplemente porque no cuentas con recursos para levantarte de la cama y limpiarte el culo cuando así lo quieras, por ejemplo.
Una Ley Orgánica para el suicidio asistido significa que los poderes públicos españoles podrán administrar nuestras muertes, las de los avecinados en la Seguridad Social, cuando sea pedido y se considere procedente. Confieso que no es una de mis diez principales preocupaciones. Aunque no me es indiferente porque, si la ocasión se tercia y he de echar el cierre, me gustaría disponer de opciones sin melodramas ni odiseas. Digo que si un día mi sueño fuera suicidarme dulcemente quisiera hacerlo a gusto, sin tener que librar absurdas batallas de última hora. Vale.
Pero mi amígdala dice que algo falla aquí. Porque ahora mismo, mi sueño tetraplégico es disponer de opciones para vivir autogestionando mi dignidad, sin tener que luchar contra molinos de políticas, burocracias y cárteles caciquiles discapacitantes, hermanados para mantenerme en el establo de la dependencia mientras ordeñan mi vida.
¿Cómo me va a entusiasmar que la política anteponga el sueño del suicida al sueño de la vida digna, de la igualdad y de las oportunidades del querer vivir?
Quiero algo mejor que batas blancas administrando la solución barata en tiempos de austericidas sueltos. Por ejemplo, una ley estatal de Asistencia Personal para la Vida Independiente: biopolítica al servicio de quienes peregrinan las cunetas de la quimérica sociedad normal, para dignificar las vidas, en lugar de tanatopolítica para irrelevantes.
El problema con la eutanasia, esta vez no va de pecados y santidades, va de la forma en como se proyecta un modelo de suicidio asistido que nos sumirá todavía más en el capacitismo y la cultura de la dependencia. Estamos anclados en el ¡vivan las caenas! Hay un problema ideológico, pero no de derechas e izquierdas, o de ateos y creyentes, lo hay, sí, de ideología de la normalidad.
Si la intención es garantizar “una vida digna hasta el final”, será más acertado que antes de dar más poder a las batas blancas y desempoderar, todavía más, a “los que sobraban”, se garanticen los recursos para autogestionar nuestras diferencias y vulnerabilidades, nuestra independencia para disponer la natural interdependencia, para la vida digna desde el principio. Por eso, es otra la Ley Orgánica que necesitamos, la que esperamos y por la que deberíamos luchar.
Saludos,
Ja Novoa
Etiquetas:
Derechos,
Dignidad,
Diversidad funcional,
Lucha
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