Gracias al libre albedrío, el ser humano puede elegir desde qué
perspectiva contemplar la realidad. Lo que sigue es una de las visiones
posibles sobre la realidad de la tartamudez
Maika Imedio
Existen cuatro formas de entender la diversidad funcional
(discapacidad): los modelos de Prescindencia, Médico-rehabilitador,
Vida Independiente o social, y Diversidad. La prescindencia es eliminar a
las personas con diversidad funcional. En el modelo
médico-rehabilitador, “las personas deben ser curadas por la ciencia y
rehabilitadas para incluirlas en la sociedad”. En el de Vida
Independiente o social, “las personas están discapacitadas por la
sociedad, pero con las herramientas adecuadas pueden participar
plenamente en ella”. Y en el modelo de la Diversidad, “la diversidad
funcional es parte de la diversidad humana; se debe proporcionar plena
dignidad a todas las personas, sea cual sea su diversidad; plena
dignidad implica dar el mismo valor a todos los seres humanos y dar los
mismos derechos a todas las personas".
Aunque según para quién la tartamudez es una discapacidad, un
trastorno, es discapacitante y no una discapacidad, etc., Campoamor
dijo: “En este mundo traidor / nada es verdad ni mentira / todo es según
el color / del cristal con que se mira”, y para algunos la tartamudez
es una diversidad funcional, es decir, una forma de funcionar diferente a
la de la mayoría.
El nazismo buscó la raza aria (“perfecta”) eliminando la diversidad funcional y a las personas con DF, tartamudez incluida.
Hoy la erradicación de esta diversidad funcional concreta llega en
forma de terapias que pretenden hacernos hablar “bien” (ay ay ay)
anulando en quienes tartamudeamos nuestra diferencia en la expresión
oral y que -aunque esto no es fundamental, sí es un “plus”- pueden
abocar a la frustración, porque la terapia lucha contra la naturaleza de
la persona al pretender curarla de una de sus esencias, la tartamudez,
que no es una tara ni una enfermedad, porque las PDDFs (Personas
Discriminadas por su/nuestra Diversidad Funcional) no somos enfermos,
aunque sí somos diferentes en circunstancias e iguales en Derechos
Humanos.
Y... ¿cómo llega uno a esa luz? Sabiendo vivir, diría Charles Chaplin, que lo expresó en un texto
en el que se lee: “Cuando me amé de verdad, dejé de desear que mi vida
fuera diferente, y comencé a ver que todo lo que acontece contribuye a
mi crecimiento. Hoy sé que eso se llama... madurez (…) comprendí que mi
mente puede atormentarme y decepcionarme. Pero cuando yo la coloco al
servicio de mi corazón, es una valiosa aliada. Y esto es... ¡saber
vivir!” Las claves: conocernos y aceptarnos como somos; estar
satisfechos de nosotros mismos, sin compararnos con otros, porque ni
somos los demás, ni los demás son nosotros, ni somos más ni menos que
nadie; contemplarnos más con las emociones (positivas) que con la mente.
En definitiva: mirarnos por dentro y que nos guste lo que vemos.
¿Por qué ser usuario de silla de ruedas es ser discapacitado?; porque
la mayoría -que no va con silla- es “capacitada”. ¿Por qué tartamudear
es no ser fluido?; porque los médicos definen a la mayoría, que no
tartamudea, como “fluida”. ¡Já! La hierba no lucha por crecer; sólo
crece. Y quienes contemplamos la tartamudez en la dirección de la luz,
amando lo que forma parte de nosotros como uno de los elementos que nos
hacen ser como somos, tampoco luchamos contra lo que sólo es una manera
diferente de hablar. Vivimos con nuestra diversidad funcional respirando
otra fluidez, la de la tartamudez.
Maika Imedio
http://www.eldiario.es/retrones/fluidez-tartamudez_6_149145088.html
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