La pasada semana, di una charla en la
Universidad sobre Vida Independiente y Discapacidad. Me acompañaban
David Sanz, trabajador social, y Jesús Marta, antiguo valorador de la
Dependencia en Aragón.
Hablamos de leyes mal diseñadas y desarrolladas, de recortes, de formas
de entender la discapacidad, de la figura de un asistente personal...
Para aquellos que no pudieron asistir, comparto aquí el texto base de mi
intervención.
1.-
La discapacidad requiere
esfuerzo, tiempo y dinero. Nada más. Y nada menos. Si tienes un problema
físico o mental es casi seguro que la mayoría de las actividades de la
vida te van a costar un esfuerzo extra y algo más de tiempo. Esto lo
sabéis muchas de las personas que estáis aquí hoy. Si ni siquiera puedes
hacerlas tú mismo, lo que cuesta es dinero.
La vida
independiente, que es de lo que aquí tratamos, es quizá el mejor ejemplo
de lo que digo. La mayor parte de los ciudadanos de este país la da
casi por hecho. O la daba, hasta que en 2008 llegó eso que llaman
crisis. A cierta edad, un joven consigue un trabajo y con el dinero que
gana puede irse de casa de los padres. Muchos volvéis cada domingo a que
os planchen la ropa y a recoger las fiambreras con lentejas pero en
general estáis emancipados. Entre el colectivo de retrones, esto es más
difícil.
Primero porque para irse a una casa, ya sea
de alquiler o en propiedad, es necesario tener un trabajo. Y entre los
retrones, no es algo tan habitual. En un artículo que publiqué hace unos meses, recogí las siguientes cifras:
El 76% de los españoles está laboralmente activo: tiene o busca un empleo. Pero este porcentaje baja hasta el 36% en el caso de los discapacitados. Es decir, 6 de cada 10 ni tiene ni se plantea buscar trabajo. Entre los que sí están activos, el paro es del 75%. Vamos, que es más fácil encontrar una aguja en un pajar que un retrón que trabaja.
Además, me atrevo a afirmar que los trabajos habituales son de peor
cualificación y sueldo que la media. De nuevo, lo saben los
discapacitados de la sala.
Pero hagamos un ejercicio
de imaginación y pongamos que los discapacitados tenemos un sueldo como
el de la mayoría de los españoles: bajo y sin garantías de futuro.
Digamos que cobramos 18 mil euros al año y queremos nuestra propia casa
para no pelear por el mando a distancia con los padres. Lo que nos
diferencia con el resto de los jóvenes que quieren emanciparse es que
necesitamos alguien que nos ayude. No para limpiar o planchar, sino para
poder salir de la cama.
2.-
Mi
caso no es representativo. Formo parte de ese pequeño colectivo que
tiene un trabajo; en cierta medida, formo parte de la elite de los
discapacitados. Aun así, quiero contar mi experiencia.
En el verano de 2012, cuando llevaba 4 años trabajando en los
informativos de Aragón TV, me propuse emanciparme. Tenía 31 años y
quería mi espacio. El salto de estar en casa con los padres, que hacían
de asistentes, a vivir solo es demasiado fuerte, así que propuse un paso
intermedio. Un experimento. Por primera vez, me quedaría en Zaragoza en
verano mientras mis padres estaban en la playa. Después de hablarlo
mucho y de convencerles, cuando se les pasó el susto, decidimos probar.
Nunca habíamos tenido un asistente personal. La ley de Dependencia nos
daba un dinero por hijo a cargo y eran ellos quienes se encargaban de
mi. Así que nos pusimos a buscar.
Lo primero fue ir a
Discapacitados Físicos de Aragón. Allí no tenían asistentes pero nos
derivaron a un centro de religiosas, si no recuerdo mal, que tenían
bolsa de empleo. Primera nota extraña: con una ley de Dependencia sobre
la mesa y a través de la mayor organización de discapacitados de Aragón,
me veía obligado a buscar un asistente a través de una organización
religiosa. Curioso.
Bien, contratamos a un chico y
durante varias semanas me levantaba cada mañana, me duchaba, me servía
el desayuno y me acompañaba al baño. Una vez listo, se iba a su casa.
Eran solo un par de horas. Por la tarde llegaba mi hermano del trabajo y
ya se encargaba él de lo necesario.
Me gasté lo
mismo en el asistente que en unas minivacaciones pero mereció la pena.
Aquello funcionó y era el momento de dar el siguiente paso.
Como es lógico, para independizarte necesitas una vivienda. Es casi
imposible pagar una hipoteca y un asistente personal. Al menos, con los
sueldos de hoy día. Mis padres debieron prever aquel cartel que los
jóvenes llevaban en las manifestaciones que decía “no tendrás casa
propia en tu puta vida” y en los 90 compraron una casa para cada hijo.
Qué tiempos aquellos, cuando la clase media era realmente clase media.
Tuve que reformar la casa y hacer ciertas adaptaciones. Una puerta
automática que se abrirse con un mando, ventanas accesibles, persianas a
motor y un baño a mi altura. Pedí ayuda económica pero no me la dieron.
La razón era que cobraba más de lo que establecían para dar ayudas.
Lógico, hasta que piensas que alguien que cobre menos de ese límite no
va a poder independizarse jamás. El límite era poco más que el salario
mínimo.
Una vez gasté todos mis ahorros en adaptar la
casa, llegó el momento de buscar asistente. De nuevo, probamos a través
de DFA que nos derivó al centro religioso… No me convenció la persona
que vino. Al final, encontré a un asistente a través de un conocida de
mi madre. Por una parte, está muy bien, tienes referencias y todo eso.
Pero creo que algo tan importante debería estar gestionado desde el
Ayuntamiento o el Gobierno de Aragón.
Es cierto que
tienen programas de asistencia. Pero son muy escasos. Están más
destinados a ancianos o a familias con hijos discapacitados que a
retrones independientes. Ha quedado claro en las intervenciones de los 2
ponentes de esta mesa. Al final explicaré mi propuesta de programa de
asistencia.
Año y medio después, esta persona se volvió a Colombia
por motivos familiares y tuve que buscar nuevo asistente. Volví a llamar
a DFA, me dieron un listado de empresas privadas que tienen bolsa de
empleo y me negué a llamar a ninguna. En estos casos, el intermediario
sólo se lleva el dinero, nada más. Es mejor contratar directamente.
Puse un anuncio en internet, en una sola página. Y recibí decenas de
correos en los días siguientes. Tuve que borrarlo para no recibir más
solicitudes. A pesar de que buscaba un hombre, hubo varias mujeres que
se ofrecieron al puesto. Finalmente, tal y como conté en el blog,
entrevisté a una decena, preseleccioné a 2 y junto con mi pareja tomé la
decisión final.
3.-
De aquellos
días me reafirmo en 3 conclusiones que ya sabía: la crisis no ha pasado,
la gente sufre mucho y el Gobierno no hace lo que debería para paliar
la situación.
Todos aquí tenemos claro que cada
discapacitado tendría que tener la posibilidad de tener un asistente sin
que supusiera un gasto extra. Que ser discapacitado no tendría que
salir más caro. Que es una cuestión de dignidad.
Pero
al Gobierno esas cosas no le importan. Aun así, aunque sólo fuera por
reducir las listas del paro y quedar bien ante la Troika, debería
impulsar un verdadero plan de asistencias.
Mi
propuesta, y creo que no soy el unico que piensa así, es que cada
ciudadano que lo necesite pueda contratar un asistente a cargo del
Estado. Y que las horas las marque el propio usuario. ¿2 horas? ¿8?
¿Interno? Cada uno, según lo que necesite. Y con sueldos decentes,
pagamos por todos. Porque ahora, hay que recordarlo, en realidad no
llega con el dinero de la dependencia y las familias siempre tienen que
poner de su bolsillo.
Con esto no sólo los
discapacitados tendríamos una vida digna. También mejoraría la economía.
Se crearían cientos de puestos de trabajo, se ahorrarían millones de
euros en desempleo y subvenciones para los más golpeados por la crisis.
Estas personas pagarían impuestos y consumirían. El Estado recaudaría
más.
Es el objetivo final. Pero sólo llegaremos a él
cambiando la forma de entender la discapacidad, de entender la
asistencia y el actual sistema de ayudas. Tal vez, para todo eso,
tengamos también que cambiar de Gobierno.
Muchas gracias.
http://www.eldiario.es/retrones/Charla-Vida-Independiente_6_325177500.html
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