Desde principios del siglo pasado, la polio fue una presencia
recurrente en nuestra tierra. Con picos de tragedia a veces. Entre 1953 y
1956 más de diez mil afectados, con una mortandad del 10% y con
apariciones fugaces en 1961, 1963 y 1970. Quedan en la memoria colectiva
del pueblo aquellas campañas donde los vecinos de las barriadas
pintaban con cal los árboles y baldeaban las calles con acaroina o
lavandina (ya que se suponía que el virus estaba en el aire) o los niños
yendo a la escuela con una bolsita de alcanfor colgando del
guardapolvo.
Los miles de afectados por la polio sufrieron diversos grados de
discapacidad. El Estado tomó en sus débiles manos el tema de la
rehabilitación. Y familiares y amigos de los afectados se sumaron. Con
criterios paternalistas y desde una óptica de “rehabilitación física”,
nacieron infinidad de instituciones dedicadas a la rehabilitación.
La necesidad de tratar y rehabilitar a la avalancha de casos generó
un enorme trabajo de médicos, kinesiólogos y de toda la comunidad de la
salud. La Asociación de Lucha contra la Parálisis Infantil (ALPI) y la
Asociación Cooperadora del Instituto de Rehabilitación (ACIR) fueron la
punta de lanza. El Instituto Nacional de Rehabilitación del Lisiado (el
actual IREP) en el bajo Belgrano, se convirtió en el centro de
desarrollo de las prácticas médicas en rehabilitación. Miles de
pacientes pasaron por allí, los atacados por la polio y otras
discapacidades.
Por los pasillos del Instituto y en la enorme villa del Bajo Belgrano
(arrasada en tiempos de la dictadura) nació el Frente de Lisiados
Peronistas (FLP), la primera organización en plantear la problemática
del los discapacitados, desde la óptica de los mismos y en la
perspectiva de una mirada política, ligada a la etapa de lucha social
que vivía el país. Al igual que miles, ellos también sufrieron la
represión de la dictadura y muchos de ellos continúan hoy desaparecidos.
El FLP y otras organizaciones surgidas en la época tuvieron como
principal virtud, además de su combatividad, poner por primera vez la
voz de los discapacitados en su problemática y sus posibles soluciones
como una reivindicación de toda la sociedad.
Año tras año los casos de polio fueron decreciendo. Y en los años
70 eran cada vez más aislados. La eficiencia de la Sabin Oral hizo el
resto. En 1984 en Oran, provincia de Salta, se detectó el último caso de
poliomielitis en el país.
La polio comenzaba a ser historia, pero…
A finales de los años 90 y principios del 2000, comienzan a llegar en
particular de España, donde la polio epidémica fue más tardía que en
Argentina (por ende hay una masa de afectados generacionalmente mas
jóvenes) artículos médicos y crónicas de afectados por la polio que
relataban nuevas recaídas y procesos de envejecimiento en los
“veteranos”. Y esa afección tiene un nombre: Síndrome de Post Polio
(SPP).
Pronto, muchos afectados por la polio aquí en el país encontraron
coincidencias con las propias recaídas que naturalmente atribuían al
paso del tiempo. Pero la gran sorpresa fue caer en la cuenta que la
práctica medica poco y nada sabían del SPP. La poliomielitis como tema
de estudio de las escuelas de medicina se encuentra casi desaparecida.
En la literatura médica moderna si un medico se propone estudiar la
poliomielitis tendrá que recurrir a libros antiguos de los años 70 u 80 y
muy contados médicos han visto un caso a lo largo de su práctica
profesional, por lo que sólo suelen tener contactos ocasionales con los
sobrevivientes y sus secuelas, ignorando los estragos que el virus causó
en estas personas.
Si se ignora la poliomielitis y su proceso patológico no se podrá
entender la secuencia de eventos que se pueden presentar a lo largo de
la vida de estos sobrevivientes, entre los que se destaca el SPP.
Las investigaciones sobre el SPP, su diagnostico y tratamiento están
paralizadas. No hay profesionales preparados y actualizados para
atender a los miles de sobrevivientes que hoy en todo el continente
sufren este mal. No es el SPP un “negocio medico” ya que como
brutalmente decía un sobreviviente, “es un asunto que en 20 o 30 años,
al no quedar sobrevivientes, no existirá mas”.
Pero los sobrevivientes aún estamos aquí. La imagen de la polio no
fue otra más que la engendrada desde el poder: si se habló de ella fue
para enaltecer el sufrimiento, el esfuerzo y la tenacidad de médicos,
enfermeros y niños, valores acordes a una mirada paternalista y de
beneficencia. Inconscientemente o no, nos legaban así una imagen
significativa de la época: silencio impuesto, dolor y finalmente de
segregación.
Las personas afectadas por la poliomielitis perdieron su identidad y
se invisibilizaron socialmente en aras de una cuestionable integración.
Integración a una sociedad que necesita de una ordenanza para darle el
asiento a un discapacitado. Recuperar la memoria de quienes han vivido
la poliomielitis (como pacientes, familiares o profesionales) y de
quienes siguen padeciendo sus efectos, no es sólo historia, sino un acto
de justicia y de toma de conciencia.
Desmedicalizar la visión de las discapacidades, dando voz a sus
protagonistas, democratizar la rica historia social y humana, permite
descubrir y comprender qué esta lucha va en paralelo con los derechos
que nos quedan por conquistar como pueblo a todos. Los sobrevivientes de
la polio y los cientos de miles de discapacitados de todo tipo que hay
en el país, desocupados, subocupados y en gran medida, abandonados a su
suerte.
Por eso este 24 de Octubre, Día Mundial de lucha contra la
Poliomielitis y por los afectados de SPP, será un buen momento de
repensar y unir los esfuerzos de todos los actores de este tema.
¡Porque aún estamos aquí!
http://notas.org.ar/2014/10/23/24-octubre-dia-mundial-lucha-contra-poliomelitis/
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