Un médico danés tuvo en 1952 un par de ideas geniales que han sido definitivas en la salvación de miles de vidas, entre ellas las de pacientes de la actual pandemia del COVID-19. Bjorn Ibsen inventó un respirador artificial con intubación y es uno de los padres de las UCI. Por Fátima Uribarri
El respirador de Ibsen tenía algunas pegas. Una de las más importantes es que era manual. Alguien tenía que estar apretando la bolsa constantemente. Así se hizo con Viri: médicos y enfermeras se sentaron al lado de su cama en turnos ininterrumpidos para presionar la bolsa. Y así se hizo con otros enfermos. Hasta 75 enfermos a la vez llegaron a estar tratados de esta manera. Para manejar sus ventiladores se reclutó a un ejército de salvadores. Acudieron enfermeras, médicos y odontólogos de otras clínicas y hospitales y acudieron también 1500 estudiantes de medicina y odontología de Dinamarca. Se sentaban al lado de los enfermos y apretaban los ventiladores durante seis horas seguidas. Así se hizo días enteros, durante semanas y durante meses. El esfuerzo fue colosal. Estos héroes lograron su propósito. La mortalidad descendió al 22 por ciento.
Los estudiantes de Medicina y Odontología de Copenhague salvaron así al menos a 120 personas. El respirador de Ibsen fue una tremenda osadía: el joven anestesista se atrevió a meter un tubo directo al pulmón y a propiciar el impulso de los pulmones mediante presión positiva. Eso era inaudito. Ya existían respiradores artificiales, los pulmones de acero, que trabajaban con presión negativa. Eran enormes mamotretos en los que se introducía a los pacientes, algo similar a las cámaras tubulares en las que se realizan los escáneres ahora. Allí dentro los pacientes experimentaban un cambio de presión, se creaba un vacío alrededor del tórax que obligaba a las costillas, y por tanto a los pulmones, a expandirse. Pero los pulmones de acero no eran eficaces al cien por cien, algunos pacientes morían por broncoaspiración (paso de contenido gástrico al pulmón).
Bjorn Ibsen apostó por entrar directo al pulmón y por ventilar con presión positiva: insuflar oxígeno a los pulmones para expandirse, y luego permitir relajarse al pulmón y exhalar pasivamente. El concepto de ventilación con presión positiva ya hacía años que existía, pero nunca se había empleado fuera del quirófano.
Otro ventaja de este método es que la traqueotomía impedía que algo tragado por los pacientes, –o su propia saliva– se desviara y llegara a los pulmones. No fue la única idea brillante de Bjorn Ibsen. También decidió agrupar a los pacientes con problemas respiratorios en una zona determinada del hospital. El reunirlos facilitaba que los atendieran los profesionales de diferentes disciplinas (anestesistas, epidemiólogos, fisioterapeutas… ) en vez de tener que ir por el hospital localizándolos. Esta agrupación de enfermos en un departamento es el germen de las UCI.
Bjorn Ibsen estuvo acertado y sus ideas han contribuido a la salvación de miles de vidas, incluyendo a Viri Ebert, quien a pesar de su precario estado de salud, sobrevivió largo tiempo gracias al experimento de Ibsen. Murió a los 31 años, de neumonía.
Sin palabras. Se me hace un nudo en la garganta con la capacidad de entrega y sacrificio del ser humano para ayudar a los que le necesitan. Gracias por este post
ResponderEliminar