Querido gilipollas con ruedas caras: bienvenido a este museo de la caspa.
Has entrado por la puerta grande y no de cualquier manera, sino como merecedor de una carta personalizada para ti solito.
En un país en el que ser un gañán se tolera e incluso se aplaude a
menudo, no era sencillo que las cabezas se giraran a tu paso al
comentario de “¿pero cómo se puede ser tan gilipollas y tener tan poca
vergüenza, todo al mismo tiempo?”. Pues lo has conseguido. En las redes y en los medios se habla de ti y de tu hazaña:
1) Aparcar tu coche en una zona reservada para personas con discapacidad.
2) Que alguien señale que hay un tonto anónimo que ha aparcado de esa manera.
3) Que decidas salir a reivindicar la autoría de la estupidez y la poca vergüenza (esto te honraría si no fuese por el punto 4).
4) Que te presentes como víctima de los comportamientos incívicos de otros (la gente no es cuidadosa con mi coche).
Eres la polla. Esta sería mi conclusión rápida en un primer análisis
pericial sobre ti. Pero vamos a profundizar un poco más. Vamos por
partes. A quienes les robas la plaza de aparcamiento no son
minusválidos, como dices. Si así fuera, tú podrías aparcar y yo no
estaría escribiéndote esta carta. Minusválido significa “menos válido” y
quienes aparcan ahí no son, por lo general, ni más ni menos válidos que
cualquier persona. No, ese lugar está reservado para personas con
alguna discapacidad. Una persona que carece de la capacidad de andar,
por ejemplo. Tal vez alguien que se cruzó con un idiota a 200 kilómetros
por hora en una carrera de esas que te gustan. A esta persona que, por
no poder caminar, usa una silla de ruedas, sería a la que tú le estás
complicando la vida por preocuparte más de tu coche que de tu vergüenza.
La culpa de que aparques ahí, dices, es de los demás, de “la gente”,
que no es nada cuidadosa. No como tú, que eres todo un detallista. Mucho
Ferrari, pero como persona pareces el salpicadero de un Seat Panda
(esta frase la escuché de niño, me gustó, pero ahí se ha quedado toda la
vida, la verdad; nuca le había dado salida hasta este momento contigo).
Me encantan los tíos que dicen “es que la gente es muy tal”. A un lado
del cuadrilátero, tú y al otro, la humanidad, que no tiene ni idea. Puto
cuñao… La gente es que no sabe, ¿verdad? El mundo gira, equivocado,
alrededor de ti y de tu vehículo y ambos sobrevivís como podéis ante una
marea de chusma que envidia vuestro éxito. Como si te leyera el
cerebrillo ese que tienes detrás del peinado. Como tienes dinero, tus
padres creen que todo va bien y no llaman al programa Hermano Mayor.
Vaya error.
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