Mi
nombre es: José Javier Souto Fernández. Padezco una minusvalía del 80%,
que reduce mi movilidad a tan solo un 10% (soy usuario de silla de
ruedas eléctrica), la cual se resume en recorridos muy cortos ayudado
por muletas. Así mismo, estoy prácticamente sordo.
Cuando llueve o amenaza lluvia no puedo usar la silla, por lo que el coche se convierte en mis piernas, salgo con él, lo aparco lo más cerca posible de donde tenga que ir y el trayecto que me quede lo realizo lentamente con muletas (mojándome, por supuesto).
Hace unos días me avisaron de que tenía un paquete, pasé por correos en silla de ruedas, me indicaron que era muy grande y que no podía trasportarlo así. Me vi, pues, en la obligación de llevar el coche. El 25 marzo, desde la calle Oñón, entré a la calle Juanín de Mieres (calle peatonal donde se encuentra la oficina de Correos) y paré frente a ella, ya que debido a mis limitaciones físicas me sería imposible desplazar el paquete. La empleada de Correos tuvo que sacar el paquete hasta el coche y colocarlo en el maletero.
Cuando llegué al final de la calle para tomar la 12 de Octubre un coche blanco taponaba la salida. Vi que el conductor estaba dentro. Le toque la bocina levemente y salió del vehículo. Se acercó a mi ventanilla, me mostró una cartera tan rápidamente que solo pude apreciar una placa, sin poder tan siquiera identificar al cuerpo que pertenecía.
– ¿Documento? –fue lo primero que dijo, de forma brusca, sin ni siquiera dar los buenos días.
– ¿Qué documento? –respondí extrañado.
– El que tiene que tener para poder pasar por esta calle.
– No sé de qué me está hablando.
– Esta calle es peatonal, por lo tanto, dirección prohibida a no ser que tenga un permiso para poder circular por ella.
– Soy minusválido, puede ver mi tarjeta justo a su lado. He venido a recoger un paquete de gran tamaño y…
– Si tiene que pasar por una calle peatonal, tiene que pedir un permiso –me interrumpió
– ¿A quién?
– En la Policía local.
– Perdone, pero no tenía ni idea. El paquete es grande y como casi no puedo caminar me lo tuvieron que meter en el maletero los empleados de Correos, pensé que con la tarjeta de minusválido era suficiente.
–Ya le vi por ahí con un bicho de esos.
– ¿Un bicho de esos? Ah, sí, en silla de ruedas. Tenga en cuenta que es eléctrica y si se mete el agua en las baterías corre el peligro de que se estropeen. Pero de todos modos, el paquete es tan grande que solo puedo llevarlo en coche.
– Tiene que tener un documento que le permita poder entrar en zona peatonal.
Se dirigió a su coche, me pareció que anotaba la matrícula del mío y se marchó. Salí de la calle Juanín de Mieres y tomé la 12 de octubre detrás del Peugeot blanco. Giró a la derecha al igual que yo tomando la calle Carreño Miranda. En la intersección con la calle Escuela de Capataces nos encontramos con un camión mal estacionado, pero siguió. Pasamos el semáforo y a la altura de la calle Aller el coche que iba delante no se detuvo ante unos peatones que iban a pasar, tampoco hizo nada, en el siguiente paso nos encontramos con una furgoneta estacionada en plaza de minusválido que a simple vista parecía que no tenía tarjeta y continuó. Siguió delante de mí por las calles que iban hacia mi domicilio así que pensé que aquel hombre igual no era un policía. Tomamos la calle Gijón y luego a la calle Langreo. Ya pensé que aquello no podía ser, que el coche iba hacia mi domicilio o era una gran casualidad o algo raro pasaba. En el inicio de la calle Luarca nos encontramos un camión en plena curva aparcado, el coche siguió. « ¿Aquí qué pasa?» pensé «Si verdaderamente es un policía, ¿por qué ha dejado todas estas infracciones sin multar cuando conmigo se portó tan rígido?». Dudando de si verdaderamente era un agente, acudí a la Policía Municipal y al entrar me encontré con el susodicho. Antes de poder decir nada, se limitó a pedirme el carné de conducir. Parece ser que en el coche no traía talonario de multas y estaba confeccionando la mía. Pregunté al que estaba de guardia.
– Soy minusválido y si tengo que acceder a una calle peatonal ¿que tengo que venir aquí a por un documento para poder hacerlo?
– Bueno, puede llamar por teléfono.
¬– Soy casi sordo y el teléfono no lo oigo. ¿En ese caso que tengo que venir aquí a pedir un papel?
– Usted llame y diga que es sordo y dé su matrícula y marca del coche y ya está.
– ¿Usted piensa que si hago eso va a funcionar? Suponga que el que esté aquí no entienda bien lo que estoy diciendo, ¿cómo sé yo que no me está indicando que le repita algo o piense que es una broma? No lo veo muy claro.
El agente de paisano nos interrumpió porque había terminado de redactar la multa y me pidió que la firmara a lo que me negué.
Sin respuestas claras y con la multa en la mano me dirigí a hablar con el concejal correspondiente que me recibió y me dijo que iba a ver qué se podía hacer. Por la tarde me envió un WhatsApp indicando que no podía hacer nada y que la multa seguiría su curso.
Sobre las 19: 30 horas acudí a la policía local ya que tendría que entrar en una zona peatonal para comprar en un establecimiento en concreto. Mi sorpresa fue a más cuando el agente me indicó que no podía hacerme un papel para que pudiera entrar en aquella calle, ya que era un procedimiento que únicamente se hace por las mañanas.
Entonces pensé: ¿en qué quedamos? Necesito un papel para poder acceder a una calle peatonal, pero si es de tarde no me lo dan. ¿Cómo voy a saber, por la mañana, por qué calle voy a pasar por la tarde?
Me encantaría poder acceder de forma peatonal como cualquier otro ciudadano, poder hacer mis compras sin problemas y contestar llamadas sin restricciones. Pero no puedo, soy minusválido, soy sordo, tengo movilidad reducida y padezco dos enfermedades degenerativas. ¿No es mi vida bastante complicada y difícil ya? ¿No están los agentes para ayudar al ciudadano? No comprendo cómo un oficial de policía puede ser tan inhumano. Ya conocía mi situación física (él mismo admitió que me había visto por Mieres yendo en silla de ruedas) y aun así no comprenda que mi coche, lamentablemente, son mis piernas. Es más, no solo tengo que ir y venir al cuartel de la policía municipal cada vez que tenga que acceder a una calle peatonal, sino que me obligan a planificar mi vida diaria con adelanto para pedir el papel dentro del horario (y, obviamente, cruzar los dedos para que no surja ningún contratiempo).
¿Es esta la forma que tiene Mieres de tratar a sus habitantes con minusvalía? ¿Somos ciudadanos de tercera? El oficial de guardia de la mañana y el agente de la tarde no daban crédito cuando les contaba el caso. ¿Este policía tiene, entonces, una especial inquina contra los minusválidos o, simplemente, contra mi persona?
A la mañana siguiente, me presenté en la Policía Local. Tras los saludos pertinentes, le solicité el documento que me permitiese pasar por unas calles peatonales a las que tenía que acceder. El oficial se extrañó y me comunicó que con la tarjeta de minusválido era suficiente. Le expliqué que no lo era pues tengo una multa de 200€ que así lo atestigua. Él insistió en que si la tarjeta estaba visible, no era necesario nada más. Un segundo agente llamó al que está hablando conmigo. Pasaron a un cuarto y al rato el agente regresó con una actitud bien distinta: ahora la única solución posible era llamar por teléfono. Al comunicarle que no puedo pues soy sordo, me contestó que no se daba ningún documento, que solo llamando. Le volví a decir que me es físicamente imposible y él continuó con la misma postura: no se dan documentos y solo se puede transitar por esas calles llamando por teléfono. Así que ya desesperado le dije «entonces, me ponen ustedes una multa por carecer de un documento que ustedes mismos se niegan a emitir, ¿es eso?». Solo obtuve un «sí. Usted llame».
Con este incidente las autoridades locales están dando a entender que las personas minusválidas no representamos nada, nos dan soluciones irrisorias. No comprenden que, para nosotros, algo tan «simple» como un escalón, una puerta más estrecha, un bordillo, una calle peatonal… representan todo un desafío. No nos proponen soluciones, solo nos crean más problemas. Es una vergüenza que algunos de los agentes, encargados del bienestar del ciudadano, interpreten las normas de forma que quite la dignidad a quien, como yo, tiene que enfrentarse día a día con sus minusvalías. Me han penalizado con 200€ por utilizar mis piernas para ir a buscar un paquete a Correos. Un poco demasiado exagerado, ¿no?
Me desplacé nuevamente a hablar con el concejal y le dije que el Real Decreto 1056/2014, de 12 de diciembre, por el que se regula las condiciones básicas de emisión y uso de la tarjeta de estacionamiento para personas con discapacidad en su Artículo 7. Derechos de los titulares y limitaciones de uso. Apartado f) Acceso a vías, áreas o espacios urbanos con circulación restringida a residentes siempre que el destino se encuentre en el interior de esa zona.
Lo apuntó, pero parece ser que se ha olvidado de ello ya que tras 2 recursos la multa sigue a contencioso administrativo. No sé si lo hacen adrede, pero me parece que están cometiendo un delito de Prevaricación. Para más tomadura de pelo, cada vez que tengo que acudir a la oficina de la policía municipal me encuentro que al no ser accesible, todo lo que tienen que decirme lo hacen en plena calle, delante de quien pase, creo que están incumpliendo la constitución pues mi derecho a la intimidad y al honor se queda en los oídos de los viandantes. Para cerrar todo esto cada vez que tengo que ir a una calle peatonal, en coche, me veo obligado a llamar por teléfono sin saber si el que me contesta es la policía local o si por el contrario una persona normal; no sé si me dice que espere o por el contrario sabe lo que estoy diciendo. Es una situación en la que me rebajan mi persona a lo más bajo ya que ni oigo lo que me pueden contestar, ni puedo ir a la oficina ya que me atienden en la calle. Ya no sé cómo decirles que existen unas normativas, decretos, que cubren este tipo de cosas, pero ellos siguen en su mundo.
Me veo obligado a pagar los 200 euros de multa pues el contencioso¬-administrativo me resulta más caro que la misma multa. No toman medidas para que una persona como yo pueda ser atendida y tratada según estipulan las leyes. No puedo llevarlos a un juicio por falta de recursos y veo en mis carnes que se pasan las leyes por donde les da la gana. Es tal mi abatimiento que en muchas ocasiones no salgo de casa, por miedo a ser tratado de esta forma.
Ya no sé si realmente tengo derechos a la igualdad dentro de mis limitaciones o, a mi pesar, son ellos los que realmente están haciendo lo correcto. Lo único que entiendo es que me siento como un arlequín del que cualquiera de ellos.
José Javier Souto
Cuando llueve o amenaza lluvia no puedo usar la silla, por lo que el coche se convierte en mis piernas, salgo con él, lo aparco lo más cerca posible de donde tenga que ir y el trayecto que me quede lo realizo lentamente con muletas (mojándome, por supuesto).
Hace unos días me avisaron de que tenía un paquete, pasé por correos en silla de ruedas, me indicaron que era muy grande y que no podía trasportarlo así. Me vi, pues, en la obligación de llevar el coche. El 25 marzo, desde la calle Oñón, entré a la calle Juanín de Mieres (calle peatonal donde se encuentra la oficina de Correos) y paré frente a ella, ya que debido a mis limitaciones físicas me sería imposible desplazar el paquete. La empleada de Correos tuvo que sacar el paquete hasta el coche y colocarlo en el maletero.
Cuando llegué al final de la calle para tomar la 12 de Octubre un coche blanco taponaba la salida. Vi que el conductor estaba dentro. Le toque la bocina levemente y salió del vehículo. Se acercó a mi ventanilla, me mostró una cartera tan rápidamente que solo pude apreciar una placa, sin poder tan siquiera identificar al cuerpo que pertenecía.
– ¿Documento? –fue lo primero que dijo, de forma brusca, sin ni siquiera dar los buenos días.
– ¿Qué documento? –respondí extrañado.
– El que tiene que tener para poder pasar por esta calle.
– No sé de qué me está hablando.
– Esta calle es peatonal, por lo tanto, dirección prohibida a no ser que tenga un permiso para poder circular por ella.
– Soy minusválido, puede ver mi tarjeta justo a su lado. He venido a recoger un paquete de gran tamaño y…
– Si tiene que pasar por una calle peatonal, tiene que pedir un permiso –me interrumpió
– ¿A quién?
– En la Policía local.
– Perdone, pero no tenía ni idea. El paquete es grande y como casi no puedo caminar me lo tuvieron que meter en el maletero los empleados de Correos, pensé que con la tarjeta de minusválido era suficiente.
–Ya le vi por ahí con un bicho de esos.
– ¿Un bicho de esos? Ah, sí, en silla de ruedas. Tenga en cuenta que es eléctrica y si se mete el agua en las baterías corre el peligro de que se estropeen. Pero de todos modos, el paquete es tan grande que solo puedo llevarlo en coche.
– Tiene que tener un documento que le permita poder entrar en zona peatonal.
Se dirigió a su coche, me pareció que anotaba la matrícula del mío y se marchó. Salí de la calle Juanín de Mieres y tomé la 12 de octubre detrás del Peugeot blanco. Giró a la derecha al igual que yo tomando la calle Carreño Miranda. En la intersección con la calle Escuela de Capataces nos encontramos con un camión mal estacionado, pero siguió. Pasamos el semáforo y a la altura de la calle Aller el coche que iba delante no se detuvo ante unos peatones que iban a pasar, tampoco hizo nada, en el siguiente paso nos encontramos con una furgoneta estacionada en plaza de minusválido que a simple vista parecía que no tenía tarjeta y continuó. Siguió delante de mí por las calles que iban hacia mi domicilio así que pensé que aquel hombre igual no era un policía. Tomamos la calle Gijón y luego a la calle Langreo. Ya pensé que aquello no podía ser, que el coche iba hacia mi domicilio o era una gran casualidad o algo raro pasaba. En el inicio de la calle Luarca nos encontramos un camión en plena curva aparcado, el coche siguió. « ¿Aquí qué pasa?» pensé «Si verdaderamente es un policía, ¿por qué ha dejado todas estas infracciones sin multar cuando conmigo se portó tan rígido?». Dudando de si verdaderamente era un agente, acudí a la Policía Municipal y al entrar me encontré con el susodicho. Antes de poder decir nada, se limitó a pedirme el carné de conducir. Parece ser que en el coche no traía talonario de multas y estaba confeccionando la mía. Pregunté al que estaba de guardia.
– Soy minusválido y si tengo que acceder a una calle peatonal ¿que tengo que venir aquí a por un documento para poder hacerlo?
– Bueno, puede llamar por teléfono.
¬– Soy casi sordo y el teléfono no lo oigo. ¿En ese caso que tengo que venir aquí a pedir un papel?
– Usted llame y diga que es sordo y dé su matrícula y marca del coche y ya está.
– ¿Usted piensa que si hago eso va a funcionar? Suponga que el que esté aquí no entienda bien lo que estoy diciendo, ¿cómo sé yo que no me está indicando que le repita algo o piense que es una broma? No lo veo muy claro.
El agente de paisano nos interrumpió porque había terminado de redactar la multa y me pidió que la firmara a lo que me negué.
Sin respuestas claras y con la multa en la mano me dirigí a hablar con el concejal correspondiente que me recibió y me dijo que iba a ver qué se podía hacer. Por la tarde me envió un WhatsApp indicando que no podía hacer nada y que la multa seguiría su curso.
Sobre las 19: 30 horas acudí a la policía local ya que tendría que entrar en una zona peatonal para comprar en un establecimiento en concreto. Mi sorpresa fue a más cuando el agente me indicó que no podía hacerme un papel para que pudiera entrar en aquella calle, ya que era un procedimiento que únicamente se hace por las mañanas.
Entonces pensé: ¿en qué quedamos? Necesito un papel para poder acceder a una calle peatonal, pero si es de tarde no me lo dan. ¿Cómo voy a saber, por la mañana, por qué calle voy a pasar por la tarde?
Me encantaría poder acceder de forma peatonal como cualquier otro ciudadano, poder hacer mis compras sin problemas y contestar llamadas sin restricciones. Pero no puedo, soy minusválido, soy sordo, tengo movilidad reducida y padezco dos enfermedades degenerativas. ¿No es mi vida bastante complicada y difícil ya? ¿No están los agentes para ayudar al ciudadano? No comprendo cómo un oficial de policía puede ser tan inhumano. Ya conocía mi situación física (él mismo admitió que me había visto por Mieres yendo en silla de ruedas) y aun así no comprenda que mi coche, lamentablemente, son mis piernas. Es más, no solo tengo que ir y venir al cuartel de la policía municipal cada vez que tenga que acceder a una calle peatonal, sino que me obligan a planificar mi vida diaria con adelanto para pedir el papel dentro del horario (y, obviamente, cruzar los dedos para que no surja ningún contratiempo).
¿Es esta la forma que tiene Mieres de tratar a sus habitantes con minusvalía? ¿Somos ciudadanos de tercera? El oficial de guardia de la mañana y el agente de la tarde no daban crédito cuando les contaba el caso. ¿Este policía tiene, entonces, una especial inquina contra los minusválidos o, simplemente, contra mi persona?
A la mañana siguiente, me presenté en la Policía Local. Tras los saludos pertinentes, le solicité el documento que me permitiese pasar por unas calles peatonales a las que tenía que acceder. El oficial se extrañó y me comunicó que con la tarjeta de minusválido era suficiente. Le expliqué que no lo era pues tengo una multa de 200€ que así lo atestigua. Él insistió en que si la tarjeta estaba visible, no era necesario nada más. Un segundo agente llamó al que está hablando conmigo. Pasaron a un cuarto y al rato el agente regresó con una actitud bien distinta: ahora la única solución posible era llamar por teléfono. Al comunicarle que no puedo pues soy sordo, me contestó que no se daba ningún documento, que solo llamando. Le volví a decir que me es físicamente imposible y él continuó con la misma postura: no se dan documentos y solo se puede transitar por esas calles llamando por teléfono. Así que ya desesperado le dije «entonces, me ponen ustedes una multa por carecer de un documento que ustedes mismos se niegan a emitir, ¿es eso?». Solo obtuve un «sí. Usted llame».
Con este incidente las autoridades locales están dando a entender que las personas minusválidas no representamos nada, nos dan soluciones irrisorias. No comprenden que, para nosotros, algo tan «simple» como un escalón, una puerta más estrecha, un bordillo, una calle peatonal… representan todo un desafío. No nos proponen soluciones, solo nos crean más problemas. Es una vergüenza que algunos de los agentes, encargados del bienestar del ciudadano, interpreten las normas de forma que quite la dignidad a quien, como yo, tiene que enfrentarse día a día con sus minusvalías. Me han penalizado con 200€ por utilizar mis piernas para ir a buscar un paquete a Correos. Un poco demasiado exagerado, ¿no?
Me desplacé nuevamente a hablar con el concejal y le dije que el Real Decreto 1056/2014, de 12 de diciembre, por el que se regula las condiciones básicas de emisión y uso de la tarjeta de estacionamiento para personas con discapacidad en su Artículo 7. Derechos de los titulares y limitaciones de uso. Apartado f) Acceso a vías, áreas o espacios urbanos con circulación restringida a residentes siempre que el destino se encuentre en el interior de esa zona.
Lo apuntó, pero parece ser que se ha olvidado de ello ya que tras 2 recursos la multa sigue a contencioso administrativo. No sé si lo hacen adrede, pero me parece que están cometiendo un delito de Prevaricación. Para más tomadura de pelo, cada vez que tengo que acudir a la oficina de la policía municipal me encuentro que al no ser accesible, todo lo que tienen que decirme lo hacen en plena calle, delante de quien pase, creo que están incumpliendo la constitución pues mi derecho a la intimidad y al honor se queda en los oídos de los viandantes. Para cerrar todo esto cada vez que tengo que ir a una calle peatonal, en coche, me veo obligado a llamar por teléfono sin saber si el que me contesta es la policía local o si por el contrario una persona normal; no sé si me dice que espere o por el contrario sabe lo que estoy diciendo. Es una situación en la que me rebajan mi persona a lo más bajo ya que ni oigo lo que me pueden contestar, ni puedo ir a la oficina ya que me atienden en la calle. Ya no sé cómo decirles que existen unas normativas, decretos, que cubren este tipo de cosas, pero ellos siguen en su mundo.
Me veo obligado a pagar los 200 euros de multa pues el contencioso¬-administrativo me resulta más caro que la misma multa. No toman medidas para que una persona como yo pueda ser atendida y tratada según estipulan las leyes. No puedo llevarlos a un juicio por falta de recursos y veo en mis carnes que se pasan las leyes por donde les da la gana. Es tal mi abatimiento que en muchas ocasiones no salgo de casa, por miedo a ser tratado de esta forma.
Ya no sé si realmente tengo derechos a la igualdad dentro de mis limitaciones o, a mi pesar, son ellos los que realmente están haciendo lo correcto. Lo único que entiendo es que me siento como un arlequín del que cualquiera de ellos.
José Javier Souto
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