La película “Campeones”, de Javier Fesser, ha ganado el premio Goya a la mejor película de 2018. Y ha sido un fenómeno de taquilla. Es decir, ha creado realidad, ha puesto en la cabeza de la gente que no tiene una experiencia cotidiana de la diversidad intelectual qué es eso y cómo debemos mirarlo. En mi círculo cercano me preguntan si ha sido para bien o para mal. Saben que soy de esos a los que cuando gente que no me conoce de nada me llama “campeón” se me queda cara de “¿campeón?, ¿campeón de qué?”. Dice el Cermi, el representante oficial del mundo de la discapacidad, que “las personas con discapacidad somos mejor percibidas y ganamos en consideración social (...) es una contribución a la mejora social, al progreso de la sensibilidad y hasta de la moralidad colectivas”. Creo que conviene matizar este entusiasmo y hacer un análisis algo más crítico.
Vaya por delante que Fesser, a quien no conozco personalmente, me parece un tipo estupendo y brillante (Camino). Por otro lado, resulta una sorpresa agradable que el Cermi hable de la importancia del imaginario colectivo. A lo mejor, si tiran de ese hilo, ya no les parece tan buena idea seguir hablando de discapacidad en lugar de diversidad funcional, o se cuestionan los anuncios y campañas de la DGT que muestran la discapacidad desde la tragedia y la culpa, o dejan de hablar de “programas de respiro para las familias” , Quién sabe.
Volviendo a la peli, empecemos por reconocer y aplaudir sus aspectos positivos:
- Los personajes con diversidad funcional son interpretados por actores y actrices con diversidad funcional. Bravo, ya basta de blancos haciendo de negros. Hay gente con talento que merece respeto y oportunidades. Bardem, go home.
- Los perfiles de los personajes con diversidad funcional no son los más fáciles para buscar la aceptación del público. Y sus vidas son más complejas e interesantes de lo que marcan los tópicos. Valiente y fino el Fesser.
- Un taquillazo permite abrir debate público. Hagámoslo, por favor, histerias colectivas de buenismo las justas.
- A tenor de las declaraciones públicas, la experiencia de hacer la peli ha sido enriquecedora, alegre y empoderadora para las personas con diversidad funcional que han formado parte del equipo. Bien, de eso se trata, las capacidades como consecuencia de la participación, no como requisito previo para esa participación.
Entonces, habiendo cosas tan estupendas en “Campeones”, ¿qué debería preocuparnos de esta película?. Sin entrar en cuestiones cinematográficas, veamos algunos puntos que resultan, como mínimo, problemáticos a nivel de impacto social:
- No hay una sola palabra sobre discriminación ni opresión. Las causas de las dificultades que han de afrontar los personajes con diversidad funcional nunca son políticas, estructurales o relacionadas con el medio social. La cuestión de la discapacidad queda reducida a la típica historia Disney de superación personal “si te esfuerzas y los normales son tan majos de ayudarte, todo irá bien” con su derivada de porno inspiracional “qué lección de vida es veros felices a pesar de ser como sois”
- Toda la trama se articula alrededor del personaje válido, capaz, normal; el entrenador. Poco diálogo o situaciones de vida cotidiana entre los personajes con diversidad funcional sin que intervenga el válido, el capaz, el normal., para legitimar el interés, la pertinencia, de esas palabras y acciones. La diversidad funcional es siempre subalterna de la normalidad
- Flota en el aire un cierto paternalismo (el válido viene a salvar del ostracismo y la inoperancia a los discapacitados) y no poca infantilización (¿nos reiríamos de algunas de las cosas que hacen o dicen los personajes con diversidad funcional si fuesen personajes válidos? ¿por qué la sexualidad es sólo para los personajes capaces?)
- Se legitima que tiene sentido pensar el trabajo con personas con diversidad funcional como un castigo. Funciona, oye, lo que decíamos del porno inspiracional en forma de lecciones de vida justifica que se nos visualice como cargas sociales
No se trata de jugar a si el vaso está medio lleno o medio vacío, ni de hacer un juicio categórico sobre lo que supone “Campeones” a nivel de construcción de la realidad, de su impacto social. Estaría bien que fuese una oportunidad para pensar individual y colectivamente, para agradecer todo lo que nos aporta y para tomar conciencia crítica de los aspectos problemáticos que conlleva. Ya sabes, si me ves por la calle y me llamas “campeón” quizás te suelte un ¿campeón de qué? ¿de la superación personal, el porno inspiracional, la subalternidad, el paternalismo, la infatilización y la carga social? No, gracias.
Antonio Centeno
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