Los enfermos de poliomielitis denuncian que el Estado ocultó la epidemia que permitió su contagio. Exigen al Gobierno medidas por las secuelas que se agravan décadas después
DIEGO BARCALA
El último brote de poliovirus en España atacó a una generación
de niños nacidos entre 1950 y 1964. Se adentró en su médula espinal y les
paralizó, algunas veces de por vida, sus extremidades. Han aprendido a vivir en
permanente superación hasta que, desde hace una década, nuevos achaques
relacionados con el virus en partes de su cuerpo sanas les ha despertado el
interés por mirar atrás, asociarse y apoyarse en investigadores para demostrar
cómo el franquismo ocultó la epidemia a la sociedad para tapar miles de
contagios que pudieron ser evitados.
La vacunación masiva y gratis llegó a España en 1964, una década
después de que Jonas Salk inventara la vacuna en EEUU. Miles de bebés se
contagiaron sin remedio, como Lola Corrales, presidenta de la Asociación de Afectados
de Polio y Síndrome Postpolio, que contactó con el virus con 13 meses. Ahora
vive una lucha continua para que se sepa la verdad de aquellos años. Su
asociación denunció al Estado en 2005 por negligencia, pero el juez, sin abrir
diligencias, acabó archivando el caso por falta de identificación de los
posibles culpables.
En 2005 se querellaron contra el Estado por negligencia
'Mucha gente no quiere que se sepa por qué algunos nos
contagiamos mientras a otros niños afines al régimen sí que se les protegió',
denuncia Corrales. Se refiere a las campañas de vacunación que la Dirección
General de Sanidad llevó a cabo entre 1955 y 1958. En tres años se vacunaron
sin publicidad alguna a 200.000 niños a través del Auxilio Social o por la
iniciativa de particulares y grandes empresas que vacunaron a los hijos de sus
empleados.
El médico de la Universidad de Salamanca, Juan Antonio
Rodríguez, revela en el libro Responsabilidades no asumidas: la
poliomielitis en España (1954-1967), que se publicará en diciembre, que
detrás de la mala praxis del Gobierno hubo 'luchas de poder internas'. La
implantación de la vacuna enfrentó al Seguro Obligatorio de Empleados (SEO),
dominado por Falange, y la Dirección General de Sanidad (DGS), gestionada por
los sectores militares católicos. 'El SEO apostó por la vacuna inyectable de
Salk y la DGS por la oral de Albert Bruce Sabin. Ambos querían el control de la
Sanidad y el régimen no quería afrontar el gasto de una vacunación que no era
obligatoria, pero que debió ser prioritaria', resume Rodríguez.
El régimen vacunó a 200.000 niños en el ámbito privado antes de
1964
Los despropósitos del régimen, incapaz de reaccionar, llevó a
una estrategia de ocultación. 'Hay un dato ineludible. Cuantos más casos se
fueron produciendo, menos noticias aparecen en prensa y los responsables del
régimen niegan la epidemia', explica Rodríguez. El régimen no afrontó la
enfermedad hasta 1964 cuando la batalla interna fue ganada por el sector
militar católico que asumió el monopolio de la vacunación con la imposición de
la Sabin (oral) a través de la DGS.
Hasta entonces se dispensó la vacuna para tres sectores de
población. La beneficencia del Auxilio Social la dispensaba gratis gracias a
donaciones de países como EEUU. Un segundo sector de la población debía pagar
nueve pesetas por las tres dosis y los más pudientes 27 pesetas. 'Eran unas cantidad
inasumibles. El régimen hizo un estudio manipulado que decía que el coste
estatal de la vacunación era de 600.000 pesetas por niño. No querían afrontar
el problema mientras gastaban el dinero en otras cosas, como en construir el
Valle de los Caídos', explica Rodríguez.
Una vez pasada la epidemia, la propaganda de la década de 1960
publicitó la superación de la enfermedad. 'Fue algo propio de una dictadura
fascista, y sobre todo católica, que exaltó la resignación y el esfuerzo',
analiza. Documentales, reportajes y actos públicos señalaban una ficticia
superación de las secuelas. 'La enfermedad es muy democrática, porque afecta a todas
las capas sociales, pero la desigualdad vino después con la rehabilitación',
explica Rodríguez. Pacientes como Corrales sufrieron enésimas operaciones en
sus extremidades de dudosa eficacia que perjudicaron su crecimiento.
'Tenía mi pareja, mi hijo, mi trabajo y de repente, ¡zas! Un
nuevo hachazo, el síndrome'
El profesor Rodríguez coincide con la descripción del carácter
del poliomielítico que la propia Corrales desarrolla. 'Pasas décadas superando
la discapacidad. Me miraban por la calle y me daba igual, tenía mi pareja, mi
hijo, mi trabajo y de repente, ¡zas! Un nuevo hachazo, el síndrome', explica
Lola. Las asociaciones luchan por el reconocimiento y la investigación, como
una nueva patología, de las secuelas que afectan a las neuronas sanas de aquellos
que superaron la poliomielitis hace décadas.
Han enviado al Ministerio de Sanidad cartas pidiendo la
investigación de sus achaques y alertan de que en los últimos años han conocido
10 casos de muertes por el síndrome. 'El último fue la semana pasada. A una
persona que convivió 30 años con una desviación de columna le aparecieron
problemas respiratorios y murió tras ser operado, con apenas 55 años', alerta
Lola.
'Nos han engañado', reclama Corrales. La asociación cuenta con
300 miembros y apenas es una pequeña muestra de los miles de afectados. En 2002
consiguieron llevar al Congreso una propuesta para reconocer el síndrome. El
Instituto de Salud Carlos III elaboró un informe que determinó 35.000 enfermos
oficiales de polio. Una cantidad mínima que destapó el interés franquista en no
registrar los casos. La asociación pide que se haga un censo fiable y se
emprendan medidas públicas de ayuda.
La ocultación del régimen no se quedó en los años sesenta.
Rodríguez ha investigado en el Archivo General de la Administración y denuncia
que los documentos de las compras de las vacunas han desaparecido. 'Alguien
mandó destruir esa parte de la Historia previa a 1964, cuando ya se implantó la
vacunación', concluye.
La mayoría de los enfermos de poliomielitis pertenece a una
misma generación, nacida entre 1955 y 1963. La llegada de la vacuna ocultó su
problema y tuvieron que centrarse en desenvolver su vida con una minusvalía, y
hasta hace una década no se asociaron. La Asociación de Afectados de Polio y
Síndrome Postpolio fue fundada en 1998 por Lola Corrales. “Nos dimos cuenta de
que los enfermos de polio estaban teniendo nuevos síntomas y los médicos no nos
informaban de nada nuevo. Busqué en Internet y encontré informes de otros
países que hablaban del síndrome. Internet se chivó”, resume.
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