La tienda de ropa y decoración quiere dar visibilidad a todos sus clientes con movilidad reducida
En pleno centro de San Sebastián, a vista de todos, hay un escaparate que esconde una historia. La historia de un maniquí sentado en una silla de ruedas que lleva 15 días atrayendo las miradas de quienes pasean por calle Churruca. Detrás del maniquí está la historia de Mónica, la dueña de esta tienda de ropa y decoración para la que la palabra inclusión es mucho más que poner rampas a bordillos.
La silla de ruedas es la que utilizó durante medio año tras una caída en casa que le impidió andar. Meses difíciles para esta emprendedora con dos hijos que de repente tuvo que vivir en un mundo muy diferente. Consciente de cómo te cambia la vida, en rehabilitación entró en contacto con decenas de personas que iban en silla de ruedas, no solo a causa de accidentes sino también de enfermedades como tumores medulares o esclerosis múltiple.
Cuando finalmente la silla de ruedas la abandona, el cáncer la visita y durante dos años más su rutina se compone de hospitales, terapias y un aprendizaje que nunca olvidará. Aquí es donde la cabeza de Mónica Ochotorena, de familia de sastres y diseñadora de profesión, empieza a trazar su sueño: una tienda de ropa para todos donde una persona sin cáncer ni quimioterapia se compre un turbante para la cabeza y otra en silla de ruedas no tenga problemas a la hora de encontrar la ropa que le guste con goma en lugar de cremallera y botones.
La vida le dio esa segunda oportunidad y al curarse su tienda tomó forma. Compró un local más grande de lo que necesitaba con dos plantas. La de arriba es la parte comercial con pasillos amplios, artículos colocados a una altura a la que pueden acceder personas en silla de ruedas, sin obstáculos... La planta de abajo incluye un vestidor donde previa cita se atienda con más intimidad a aquellas personas que así lo necesiten o requiera, como a una novia en una tienda de trajes de boda. Además la planta baja es también un punto de encuentro para talleres y charlas sociales.
La tienda cumplía su objetivo: una tienda normal que normalizaba la accesibilidad, donde los clientes se sentían bien y cuyos beneficios se destinaban a proyectos sociales... Pero Mónica quería más, quería que la tienda fuera inclusiva también desde fuera y así sacó su vieja silla de ruedas y se puso manos a la obra. "No fue nada fácil encontrar un maniquí de mujer sentado. Hay maniquíes sentados con las piernas cruzadas y en otras posiciones... pero no como en una silla de ruedas", explica Mónica. Finalmente lo consiguió, lo vistió y lo guardó durante semanas en la planta de abajo de su tienda.
"Estuve meses buscando el escaparate adecuado", confiesa Mónica. Le cambiaba de ropa, de posición, los complementos... Hasta no estar convencidísima de que el escaparate daba la calidez que buscaba no estaba dispuesta a sacarlo... "aunque tuviera que esperar 3 o 5 meses". Al final estrenó el escaparate hace algo más de dos semanas. Desde entonces solo le han llovido agradecimientos de personas en silla de ruedas que agradecen ver cómo al menos una tienda piensa en ellas no solo al poner la rampa de entrada, sino al colocar todo el escaparte.
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