miércoles, 31 de mayo de 2017

“Pasamos una hora y media olvidados en el interior del avión”

Miriam Herrero, vecina de Zaragoza con discapacidad, interpone una reclamación contra el aeropuerto de El Prat y la subcontrata Clece.

 

Miriam Herrero, durante un viaje a Budapest

La turolense Miriam Herrero volvía de vacaciones tras pasar unos días en Viena con una amiga, Ana Belén. Los hechos se remontan al pasado 12 de abril, cuando Herrero, usuaria de silla de ruedas eléctrica, aterrizaba en el aeropuerto de El Prat de Barcelona teniendo que esperar más de una hora junto otras dos pasajeras con movilidad reducida (PMR) a que llegase el personal de asistencia habitual en estos casos. “Llegamos a España con media hora de retraso sin que nadie nos diese explicación alguna”, afirma. Sin embargo, su periplo no había hecho más que empezar.

“El personal comenzó las labores de limpieza y nosotras seguíamos ahí. Pasamos una hora y media olvidadas en el interior del avión aunque nos insistían en que estaban en camino”, recuerda la Herrero, que presenta una discapacidad del 80% y un grado dos de dependencia reconocida por el Instituto Aragonés de Servicios Sociales (IASS).

Al tratarse de fechas complicadas –víspera de Semana Santa- y necesitar un taxi adaptado, la vecina de Zaragoza decidió dejarlo reservado antes de salir de Viena. “Además del retraso del vuelo, que tenía previsto llegar a las 20.00, el taxi me esperaba desde las 20.45 en la puerta. Me estaba llamando todo el tiempo para preguntarme dónde estaba”, recuerda. El gasto, incluyendo el desplazamiento al hotel, ascendió a 90 euros.

Además, había comprado el último billete de AVE disponible a Zaragoza para ese miércoles, el cual salía a las 21.50 de Barcelona. Tampoco llegó a cogerlo. “No solo tuve que pedirle a mi amiga que se quedase esa noche conmigo porque no puedo valerme por mi misma, sino que tuvimos que buscar un hotel adaptado a las 10 de la noche”, explica. El precio de la habitación ascendió a 157 euros.

Sin embargo, lejos de los costes económicos inesperados, en su opinión, lo peor de todo fue la reacción del personal del aeropuerto: “A pesar de lo ocurrido y de que una hora después seguíamos sentados dentro del avión, en ningún momento se ofrecieron a ayudarnos ni a gestionarnos nada”, critica. “Además, mis padres se habían desplazado de propio desde Torrecilla de Rebollar, en Teruel, donde al día siguiente teníamos un evento familiar al que por supuesto, tampoco llegué”, lamenta.

“¿Qué habría pasado si no hubiéramos dispuesto de medios económicos para buscarnos la vida en esa situación? Nos dejaron literalmente tiradas”, reivindica. Para más inri, al llegar a las cintas de equipaje–dos horas después que el resto de pasajeros de su vuelo- sus maletas seguían ahí, dando vueltas, “y la mía, estaba rota”, asevera.

La desagradable aventura le costó a la zaragozana más de 300 euros, sin contar con los daños surgidos de la situación y el malestar generado a las pasajeras. Por estos motivos, la aragonesa, licenciada en Derecho y abogada en activo, ha decidido interponer una reclamación tanto al aeropuerto de El Prat como contra la empresa Clece, subcontrata que realiza el Servicio Sin Barreras del aeropuerto. Tras poner la queja y hacer varias llamadas, Clece me ha ofrecido una indemnización de 247 euros que ni incluye dietas, ni daños y perjuicios, ni el hecho de que tuviésemos que gestionar todo por nuestra cuenta. Se han reído en mi cara”, destaca Herrero.

En su opinión, se trata de una cuestión de respeto. “Durante más de mes y medio solo recibo respuestas vagas y un trato nefasto. No solo se trata del desembolso económico, sino de la situación que vivimos ahí, olvidados en el interior del avión, sin que nadie nos diese una explicación de ningún tipo”, añade.

Un servicio deficitario

Dentro de los objetivos que persigue la zaragozana, asegura que también es una reivindicación por la mejora del ‘Servicio sin barreras’ que está prestando el aeropuerto a las personas con discapacidad, el mismo que “hace unos años era ejemplo para muchos aeropuertos del mundo y que debido al recorte de personal y a la falta de formación estamos pagando los propios usuarios”, asevera.

En cada vuelo, el mecanismo habitual para las personas con movilidad reducida es solicitar previamente un servicio de asistencia, en el que te facilitan una silla especial para viajar en avión, y te ayudan a pasar a tu silla tanto al llegar como al aterrizar. “Normalmente esperan a que bajen el resto de pasajeros”, indica Herrero.

“Fueron los propios trabajadores del servicio los que nos dijeron que había poco personal, a esas horas estaban 4 para todo el aeropuerto y tienen que hacer cada asistencia de dos en dos”, explica Herrero, quien asegura que este tipo de situaciones se suman a las dificultades añadidas que encuentra la gente de su colectivo para viajar, o para el simple hecho de subir un avión. “Todo son inconvenientes, algunas compañías no nos dejan ni viajar solos”, lamenta.

Heraldo.es se ha puesto en contacto con la empresa Clece para recabar su versión sobre lo denunciado por Miriam Herrero, y su respuesta ha sido que estaban estudiando el caso y que, de momento, no tenían nada que decir al respecto.


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